Estamos aún en la prehistoria de la revolución digital —lo hemos subrayado numerosas veces— y en el terreno del libro electrónico es algo patente. El ebook existe desde hace mas de una década y el lector electrónico —lo que hoy llamamos eReader (con muchos tonos de grises) o tablet (a todo color)— tiene parecidos lustros. Fueron las PDA y los PocketPC —que en castellano fueron conocidos como agendas electrónicas— los dispositivos que, además de otras funciones, podían leer libros digitalizados en formato PDF o Mobi, etc. ¡Diez años!
Desaparecieron las agendas electrónicas de bolsillo (auténticos ordenadores y minúsculos PC) y reaparecieron convertidas en los tablets actuales.
El libro digitalizado es viejo —aunque su popularidad sea muy reciente— pero, y eso lo queremos remarcar, es poco digital. Sí que en ellos ha desaparecido el papel y su tacto es distinto. Pero el libro digital aún no ha asumido, no ha incorporado, las potencialidades que lo digital puede aportar. Los cambios revolucionarios tardan en penetrar en la población —y en nuestro caso están tardando en el mundo editor.
(Hagamos una apostilla: Los editores de la misma manera que tienen un abogado que les asesora en los contratos con sus autores, deberían de tener también asesores de lo digital. Eso, tal vez, les permitiría evitar su desaparición frente al empuje arrollador de empresa digitales convertidas en editoras de libros —Apple, sirve de ejemplo).
¿El libro digital es aún poco digital? ¡Sí! ¿Dónde está lo equivalente a los libros antiguos con láminas de dibujos o grabados que ¡ay! daban al lector la posibilidad de penetrar en la atmósfera de la novela? ¿Hay que recordar los grabados de Gustavo Doré?
Ya va
siendo hora de introducir al lector en la atmósfera de la novela, ahora
digitalizada. ¿De qué hablamos? Hablamos de Wonderbook.
Sony, con este Book of Spells, este Wonderbook, está dando pasos hacia lo que puede ser una mayor digitalización del libro. ¿Un paso más de una empresa digital convertida en editora?
Veamos qué nos puede ofrecer y sobretodo sugerir este libro de Sony.
Veamos algún detalle:
El mundo del libro, antes de que pase un lustro, será así y aún mejor.
Se habrá conseguido que lo digital te envuelva. Que una nube digital te absorba y te transporte a la lejanía. Al mundo londinense de Sherlock Holmes; al mundo romano —de la mano de Gordiano el sabueso...—, a la época de Bizancio descrita magistralmente por Gillian Bradshaw; a la Valencia de Joaquín Borrell; o a los parajes por los que deambula Harry Bosch... ¡Qué maravilla este transporte celestial/digital a los añorados mundos con los que uno ha fantaseado y que ahora, en un no muy lejano momento, podrá ver y casi palpar...! ¿Que habíamos añorado las páginas con los grabados de Doré? Sí. ¡Cuánto habíamos suspirado porque nuestros editores —apalancados en un siglo XX que no quiere morirse— se abriesen al mundo de las nuevas tecnologías, apoyándose en las ideas y las intuiciones que los conocedores de por dónde podían ir las cosas les aconsejaban...!
Ahora sí que tenemos a mano algo con que ilustrar aquello que sólo podíamos trasladar con palabras y alguna imagen (imagen sobre la realidad aumentada, o los códigos QR, o las animaciones vinculadas a un texto demasiado estático). Ahora sí que tenemos a mano un modelo desde el cuál avanzar con imaginación y sin reposo para trasladar las ideas a múltiples campos. Al campo de la literatura, de la ciencia, de... de todo. (Incluso en química, en física, en mecánica... y ver cómo las poleas funcionan, los motores mueven pistones o cómo las reacciones químicas producen una soluciones u otras; o ver la circulación de la sangre, las neuronas activadas en un momento emotivo, las atareadas hormigas o el trabajo interno de las plantas). Todo a punto para desplegar la creatividad del cerebro del lector/visualizador de estos nuevos y potentes libros que abrirán fronteras a la mente y que, esperemos, darán paso a unos futuros individuos formados que den rienda suelta a nuevos prodigios técnicos y creativos. ¡No hay frontera a la inteligencia humana si ésta está bien conducida!
Y, sin embargo, mucho nos tememos que el editor clásico continua en la parra del siglo XX, contentándose con frases del estilo 'el libro de papel no desaparecerá'. ¿Por qué los editores clásicos no se preguntan de una vez qué debían decir los monjes de las abadías, dedicados a copiar manuscritos, cuando vieron los primeros libros salidos de un taller artesano de un tal Gutenberg? Es muy probable que también dijeran: 'Nunca desaparecerán los manuscritos'.
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