El mundo —si dejamos de lado el asteroide maligno— nunca volverá a ser como antes de la revolución tech.
Ni tampoco la revolución tecnológica que hemos visto hasta ahora piensa fosilizarse para replicarse idénticamente durante décadas o siglos. La próxima década —y no nos consideramos con virtudes de profeta sino con años de experiencia— será, tecnológicamente hablando, distinta a la actual.
La próxima década habrá avanzado mucho en la interconexión de los dispositivos. Nuestros edificios tendrán más componentes digitales que ayudarán a que sean más smart, más eficientes, más económicos. Las smart cities se habrán conjugado con la Internet de las cosas (Internet of things) y las casas serán más habitables y confortables. La nanotecnología —una revolución silenciosa que no aún aparece en las primeras páginas de los periódicos— habrá despegado con un amplio abanico de aplicaciones, desde los mismos dispositivos informáticos con más potencia y rendimiento a los temas de salud (una revolución en el terreno de la farmacia se barrunta para las próximas décadas).
Mientras tanto, no es oro todo lo que digitalmente reluce. Que las juventudes estén paseando por calles y avenidas —por no hablar de lo que miran en el metropolitano— con manos y ojos atentos a las pantallas de sus smartphones, no quiere ello decir que se esté al cabo de la calle en aprendizaje digital. Al revés, que se haya dotado —con una perspectiva bastante errónea— a los estudiantes con netbooks o tablets para recibir las enseñanzas básicas, no quiere ello decir que saldrán con dotación intelectual plenamente tech. Sí que saldrán unos estudiantes con un nivel correcto de usuario, pero de aquí a tener una mente dotada para el desarrollo de las tech, es otro cantar.
En nuestro país de nuevo se está elaborando una nueva reforma educativa —pronto alcanzaremos el primer puesto en el ranking de los países con más cambios educativos por década—, pero no aparece ni por parte de los ministerios ni consejerías ningún barrunto a favor de las STEM. ¿Qué son las STEM? La Wikipedia lo trata, escasamente, en sólo tres idiomas: inglés, francés y alemán.
No nos extrañe, pues, que tampoco la prensa se haya hecho eco de esta necesidad: la necesidad de tener ciudadanos preparados con una formación excelente en el campo tech que es un campo que tiene aún un larguísimo recorrido. De eso, nadie habla. Todo el mundo —casi!— parece anclado en el aún no desaparecido siglo XX (un siglo que realmente está fenecido, pero que en muchas mentes aún colea).
Norteamérica, sin embargo, no sólo está impulsando este tipo de estudios (y procurando que las chicas también tengan su papel en este objetivo)...,
...sino que además está lanzando nuevas propuestas para evitar que parte de la ciudadanía quede al margen del mundo digital.
De ahí la propuesta lanzada para procurar que estos ciudadanos —uno de cada cinco— no queden al margen de una vida que se está desarrollando en la segunda década del siglo XXI. Y por eso la puerta abierta con EveryoneOn, dique contra la marginación digital.
Lo que por aquí podría
ser interpretado como ‘una revolución’, en los EUA no pasa de ser una nueva
plasmación de sentido común y ojos abiertos al futuro inmediato que nos espera.
En nuestros lares, se continua con la cultura de la queja, con la espera del
maná divino del Estado y con unos políticos que no están a la altura de lo que
la época exige.
Al otro lado del Atlántico, les queda muy claro lo que se juegan. Como ejemplo, lean el título de la web complementaria a la anterior que ha aparecido en paralelo con objetivo igual de loable: www.Connect2Compete.org.
Aquí aún perdura el “¡Que inventen ellos!”. Mientras, en educación se ‘progresa adecuadamente’… hacia el abismo cultural y profesional.
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