martes, 31 de enero de 2012

La tentación del feudalismo digital

CES, la famosa feria de la electrónica, con la cual arranca el año digital, ha concluido con algunos hechos en cierto modo sintomáticos. Por un lado, Microsoft ha anunciado que no piensa participar en los próximos eventos de esta feria internacional. Por otro, la aparente resurrección de los PCs ahora reconvertidos en los Ultrabooks. Y en medio de todo, la irrupción con aparente fuerza del mundo de los tablets, que se suman a los smartphones, y que, si no cambian las circunstancias nos obligan a nadar en un mar de nubes, in the cloud computing.
El gigante Microsoft pone término a 20 años de participación el International Consumer Electronics Show (CES) con la excusa de que existen "nuevas vías a través de las que contamos nuestras historias de los consumidores -eventos, Facebook, Twitter, Microsoft.com y nuestras tiendas". Tal vez sea porque el CES no es lo que antes era, o porque Microsoft ya no es lo que llegó en su momento a ser.

Sin embargo, esta aparente pérdida de posición en la carrera tecnológica no ha de servir como signo de un final anunciado. Microsoft, desde hace unos años, no está por el presente; está por el futuro. Como ejemplo, se puede dar un vistazo ahí.

Los Ultrabooks es el otro hecho a remarcar. Estos estilizados pero potentes ordenadores que surgen de los intestinos del añejo PC, ¿son una sorpresa y novedad agradable o una simplona operación de márketing en manos de industrias que han visto cómo sus tablets no obtenían el éxito esperado?

Al parecer, como dicen algunos comentaristas, los ultrabooks no pasan de ser copias poco evolucionadas del MacBook Air que apareció en enero de 2008.
Mientras tanto, entre una cosa y otra, parece que se va fraguando una tendencia que, empujada por las empresas de la Mobile technology, nos acerca hacia un servitud digital. El feudalismo digital está llamando a nuestra puerta y al parecer poca gente le presta oídos.

Si se nos permite perfilar este feudalismo digital nos podemos encontrar con lo siguiente.  Hay señores feudales —Appel, por ejemplo— que guardan bajo llave su castillo neomedieval (Apple no duda en sabotear el formato abierto ePub para los ebooks). Señores feudales que luchan entre ellos para aumentar su territorio de influencia (Google contra Apple y Appel contra Google mediante sus respectivos sistemas operativos y tablets). Señores feudales que santifican, por otro lado, con tinte casi hagiográfico a sus propios heroes (Steve Jobs ha sido llevado a los altares laicos con ceguera acrítica; mientras que Bill Gates continua bajo el estigma de demoníaco capitalista —sin ver que el sistema Windows ha sido y es más abierto en comparación con el igual de histórico sistema de Apple).
Otros hechos de este mundillo neomedieval en que se ha convertido nuestra geografía planetaria, podrían ser los centros de peregrinación (Youtube, como uno de sus máximos santuarios), o los numerosos magos neomedievales que consiguen absorber al comprador y lo encarrilan hacia compras compulsivas de nuevos productos. También existen órdenes monásticas con sus prédicas a fin de llevar a los fieles hacia los caminos del dios gratuito y misericordioso que lo da todo a sus seguidores, a cambio de nada, tal como los pájaros del campo obtienen su alimento sin sembrar ni segar (Mateo 6:26). Entiéndase ahí los apóstoles del Open Source y del Free Software.
Así pues, ahora que están desapareciendo nuestros PCs de sobremesa, nuestros laptops, nuestros discos duros rebosantes de GBs, siendo barridos todos ellos por los ligeros tablets y smartphones que permiten acceder a Internet desde cualquier parte del mundo, parece cumplirse irremisiblemente lo que hace casi un año denunciaba el periódico The Christian Science Monitor: "Mobile technology is turning us all into feudal serfs" - ¡La tecnología del móvil nos está convirtiendo en siervos feudales!
El planteamiento es claro. La tecnología móvil lo está desmaterializando casi todo, transformándolo en productos situados en la nube. Y esta realidad aunque parezca futurista es antigua, es feudal —más bien, neofeudal: "Nuestro dinero, nuestros amigos, nuestro paradero, incluso nuestros pensamientos y deseos, son desviados hacia los servidores corporativos, convirtiéndonos en siervos del mundo digital." Si de hecho todo pasa a la nube, se podría decir que nuestra alma estará vendida al diablo. Es el pacto con el diablo. Este Deal with the Devil se concreta en que a partir de ese momento, a partir del deseo de tenerlo todo a mano (aunque en la nube), quedará uno atado a una tarifa infernal. Infernal porque la sumisión será absoluta. La opción estará entre esto o la nada (esto es, la propia desmaterialización en la inexistencia digital).
Se teme, pues, que nuestras propiedades intelectuales y profesionales, digitalizadas ahora y colocadas en la nube, dejarán de estar en nuestras manos quedando en posesión de las corporaciones que controlan la nube digital. ¿Dónde están nuestra fotografías digitales? ¿Dónde nuestros pensamientos anotados en el blog? ¿Dónde aquellos correos tan comprometidos y privados? Fácil, en una nube con acceso tarifario.

En definitiva, lo que empiezan a preguntarse algunos, sin caer por ello en un absurdo ludismo digital, es si puede estar en peligro nuestra propia libertad y existencia (digital). La respuesta, dentro de pocos años.