miércoles, 28 de mayo de 2014

Industria 4.0

¿Última oportunidad para Europa?
Las recientes elecciones europeas son sólo una señal superficial del gran cambio que padece el viejo continente. Cambio que ni sus políticos ni sus ciudadanos han querido ver de manera directa, aunque disfrutaban de los efectos de este cambio: las nuevas tecnologías que depositadas en mesas, bolsos, bolsillos o que nuestras manos sostenían, procedían de países del extremo oriente. Que sus prendas de abrigo, a la última moda, sus coquetos adornos caseros o sus Smart TV también eran de lejanos países. Al fin, sin embargo, la realidad se ha hecho presente y ante esa desagradable sorpresa han votado lo que han votado. Una huida hacia el pasado. Esconderse como hacen las tortugas ante un felino atacante.
Los hechos, en tanto que señal profunda, no se pueden ocultar: En los últimos 20 años la industria europea ha perdido más del 10 % de la cuota de mercado mundial. Y en este mismo período, los países emergentes han duplicado su cuota en el mercado global llegando a un 40 %. No ha de extrañar, pues, que la industria en Europa haya aplicado serios recortes de empleos, llegando a cifras muy altas: el Reino Unido (-29 %), Francia (-20%) y Alemania (8%).
Y la causa de todo ello radica en la pérdida de ventas de productos a unos precios, funcionalidades y cualidades que han resultado poco interesantes al mercado mundial. La facilidad de la logística y del transporte —otra de las revoluciones de las últimas décadas— ha hecho el resto. Cualidad, funcionalidad y precio han provocado el gran cambio que ha afectado los bolsillos de muchos europeos.
Y, finalmente, la poca cualificación tanto del personal como de los directivos de empresas ha comportado que se continuase trabajando en estos últimos años de una forma casi obsoleta.
Las cifras del desempleo en España también han sido y son muy altas. Y han aparecido cuando el globo de la construcción —y no las ventas vía exportación— ha estallado y la gente se ha dado cuenta del espejismo dentro del cual vivía, espejismo fomentado por dirigentes políticos, banqueros a sueldo de primas y por aspirantes a grandes ‘burgueses’ cuando no se tenía ni la formación, ni la capacitación intelectual ni técnica para serlo. Al final, como en los cuentos de hadas cinematográficos, hay el momento en que se encienden las luces y retorna la fría realidad.
Estas últimas décadas europeas, por otro lado, han sido de alta medicación proteccionista desde la desaparición de las exigencias en resultados educativos hasta la propensión de aceptar todas las peticiones de derechos sin el contrapeso de los deberes que aquellos exigen. El papá Estado, versión secular del bíblico, ya encontrará la manera de satisfacer las demandas de sus hijos votantes. Fruto de ello, ha sido que en muchos países europeos ha surgido una sociedad pasiva, soñadora, reivindicativa pero poco dotada para el esfuerzo… Mientras tanto, lejos de aquí, muchos países asiáticos del Pacífico, países que en la segunda mitad del siglo XX estaban en las listas de los países del Tercer Mundo, con el esfuerzo de su ciudadanía, están destacando con su empuje emprendedor y entrando de lleno en el mercado global.
La pérdida de mercados puede también entenderse si examinamos la imagen siguiente. En ella vemos las fases por las cuales pasa la vida de los productos —y también la vida de muchas empresas. Aquí cabría plantearse si también esta figura dibuja la curva por la que pasan las civilizaciones y/o los países.
Una cuestión podría asaltarnos en este momento: ¿El declive de Europa es un punto de no retorno? Que Europa está en sus horas más bajas puede ser corroborado viendo cuál ha sido el final de su principal marca tecnológica como era Nokia. ¿Esta desaparición de la primera línea del mundo TIC, es un símbolo o alguna cosa más? 

Una oportunidad para Europa: el tren de la Industria 4.0
Hay quien apunta que una última oportunidad para Europa es subir al tren de la Industria 4.0. Pero para esto se requiere un papel distinto y no de Europa —que como diría el sabio medieval Guillermo de Ockham, Europa no es más que un flatus vocis (una simple palabra)— sino de todos y cada uno de los europeos. Son los europeos —y unos más que otros; ya que ya hay muchos que están luchando para capacitarse; pero se necesitan más— los que se han de poner en sintonía con lo que se precisa. ¿Y qué se precisa?
Adquirir habilidades, pero de alto nivel, “high-skills”. Para acceder a este tren, se deberán de dedicar grandes esfuerzos tanto a nivel intelectual como a nivel de productividad (ambas cosas van habitualmente aparejadas). Los europeos han de poner su reloj a la hora ya que este, si se pierde, es el último tren para salir de la noche económica.

¿Qué es la Industria 4.0?
Para detener esta caída en espiral que desde hace décadas está sufriendo la industria europea, Europa debería posicionarse de manera inteligente entre los primeros puestos de los últimos desarrollos del mundo digital procurando aplicarlos a sus procesos productivos. Esto reportará una mejora de eficiencia y competitividad en la industria e impulsará de nuevo su participación en la producción industrial global.
La idea de la Industria 4.0 se basa en el aprovechamiento del sistema digital para que las empresas conecten sus máquinas, almacenes y sus actividades operativas a través de las redes globales. Este sistema de interconexión, donde todo estará en tiempo presente —tanto la hora concreta del reloj como cualquiera otra coordenada del globo—, generará un sistema de vinculación que podrá autogestionarse, trabajar de forma más eficiente e, incluso, permitirá identificar cualquier error de forma más rápida. Para lograr este objetivo, las empresas deberán entrar en el terreno de los Big data, ya que se transmitirán grandes volúmenes de datos a través de una potente infraestructura IT.
Max Blanchet, a quien seguimos en este respecto, apunta que "The good news is that Europe is much better prepared for the Industry 4.0 revolution than one might think". Pero esta revitalización de la industria de Europa —este esfuerzo por continuar nadando en la historia— depende de "si empresas y políticos pueden desarrollar una agenda común". Y, de forma complementaria, hay que desplegar una potente inversión que se acercará a los 90 mil millones de euros en los próximos 15 años. Con ello, Europa podría llegar a ser casi pionera en este nuevo mundo industrial.
¿Cuáles son los pasos a hacer? Por un lado se necesita armonizar a nivel europeo la infraestructura IT, plantear unos planes sostenibles de financiación y desplegar un nivel de formación en áreas como software de programación, y en recolección y evaluación de datos.
Sin duda alguna, el desarrollo de la Industria 4.0 —la del inmediato futuro—necesita nuevos expertos que entiendan y puedan trabajar en el marco de este complejo proceso de industrias en red, expertos que serán necesarios en distintas áreas de este tipo de empresas. Además habrá la posibilidad, y casi recomendación, de establecer alianzas selectivas entre las diferentes industrias, involucrando a varios países, lo que provocará nuevas experiencias en el terreno digital aumentando en eficiencia en diferentes ámbitos.
Finalmente, cabe decir que con la digitalización surgirá una industria realmente europea, más que nacional, y por ello se requerirá implementar de inmediato iniciativas políticas y programas a nivel europeo. Habrá que promover proyectos de investigación a largo plazo y potenciar la innovación. No hay que olvidar que el cada vez más corto ciclo de vida de los productos obliga a las industrias a innovar a un ritmo cada vez más rápido para mantener una ventaja competitiva.
A este tren de última hora, están convocados, pues, ciudadanos, políticos y las mismas empresas que deberán de modernizar sus factorías, invirtiendo en nuevas instalaciones para mejorar la productividad y contribuir con ello a la reindustrialización de Europa. En caso contrario, la historia dará nuevos pasos y Europa sólo será una nota a pie de página. O ni eso.