miércoles, 22 de julio de 2015

Europa 4.0: Ahora o nunca

Muchos son los signos, y también los estudios, que enmarcan el futuro a diez, veinte o treinta años. Son signos que apuntan hacia la nueva industria. Una industria que está recibiendo distintos nombres pero que sólo es una y simple. La de la plena digitalización. Son nuevos y terribles tiempos. Terribles porque casi no queda tiempo para la puesta al día. En dos o tres años se sabrá qué países de la vieja Europa están siguiendo el camino de la envejecida Grecia (envejecida por su falta de valor productivo, su dejadez y su propensión al subsidio benéfico).

Los signos son claros. La visión es nítida. Pero los media —los medios de comunicación de masas— prefieren mantener su clientela adocenada en un ‘dolce far niente’ de vacación, futbol y festejos igual como sucedía en la cansada Roma en los tiempos cercanos a su decadencia total. Fue Juvenal (60-128 dC) con sus sátiras quien ya nos habló de panis et circenses (“pan y distracciones de circo”), para retratar los intereses claves de la época, tan lejana como tan cerca.

¿De qué signos hablamos? Los términos no pueden ser más claros. De la tecnología emergente. Una tecnología que tiene como punta de lanza las máquinas inteligentes, unas máquinas que aprenden constantemente. Unas máquinas, automáticas (entiéndase no necesariamente robots), que tenderán hacia una fabricación personalizada. De la misma manera que los dispositivos wearables, de los cuales el Appel Watch puede servir de símbolo, enviaran información de nuestros datos vitales (temperatura corporal, pulso, frecuencia respiratoria, presión arterial, etc.), y unas máquinas inteligentes dirigirán, cuando sea necesario, esta información a los médicos de cabecera, las smart machines sabrán lo fundamental de nuestros hábitos y costumbres y sabrán ofrecernos aquellos productos que más nos convengan. El servicio personalizado está casi a la vista.

El envoltorio de esta nueva industria es un mundo completamente digitalizado. La Internet de las cosas (IoT) será la nueva interfaz que conecte todas las máquinas para hacer más inteligente y más eficiente este nuevo mundo. Se habla, pues, de una nueva revolución industrial, de la industria 4.0. De un nuevo tipo de industria, a la cual hay que llegar con paso rápido pues otros países llevan ya años trabajando en ello.

Europa parece haberse despertado y dado cuenta de que está en un nuevo siglo, un siglo de frenético cambio tecnológico. Y su objetivo es apresurar el paso. Por ello la propuesta que corre por los despachos de la Europa 4.0 y sus cinco puntos para el salto hacia esta nueva era.

Primer punto. Los países europeos han de dejar de ejercer de competidores y pasar a una fase de colaboración transnacional. Se han de terminar las fronteras físicas industriales para situarse en una posición de suma eficiencia. Ello sólo puede suceder con el inicio de un liderazgo compartido huyendo del paternalismo hasta ahora presente. Sin este espíritu de colaboración y trabajo conjunto se duda que Europa puede tener ningún papel en el futuro a diez o veinte años vista.

Segundo punto. La Europa actual es la Europa de los burócratas. Una Europa que ha crecido en trama de leyes y organismos que se solapan y que sólo sirven para mercadeo de votos y contento de políticos a sueldo. Se ha dicho al respecto que el nivel de la burocracia anticompetitiva en la UE es impactante y se ha de empezar a desentramar el presente. Si aparece una nueva ley, se deberá de erradicar una vieja regla. Trámites y transparencia han de ser puntos clave al respecto.

Tercer Punto. Los hechos pueden ser más claros que las palabras: Europa tiene más de 50 redes de telefonía móvil, mientras que los Estados Unidos sólo cinco. He ahí donde falla Europa. Una Europa que no ha erradicado fronteras y su nacionalismo industrial está hundiendo todo un continente ante la pugna en pro del futuro tecnológico industrial. Una Europa transfronteriza daría nuevas alas para la creación de economías de escala. Quizá ya ha llegado la hora de las empresas plenamente europeas con división de trabajo en áreas geográficas y apuntando hacia un mercado global que está a la espera de precios competitivos y trabajo eficiente.

Cuarto Punto. Bajemos la voz para que no se nos oiga: Europa no tiene ninguna empresa situada entre las veinte mayores compañías de Internet a nivel mundial. Europa parece haber abandonado el liderazgo de otras épocas. ¿Cansada, como la antigua Roma? La alternativa está en fomentar la innovación, el espíritu emprendedor y la orientación de toda la población —no sólo de las empresas, grandes y pequeñas—, hacia este nuevo mundo que se alza en lontananza. Mientras que Estado Unidos tiene su Silicon Valley y Rusia su Skolkovo innovation center, Europa aún está renuente en la creación de múltiples centros donde converjan empresas, expertos y centros de estudios para aunar fuerzas y desarrollar proyectos en colaboración. Impera demasiado el espíritu decimonónico.

Quinto punto. Economía, esto es dinero. Hay que reeducar a la ciudadanía en el esfuerzo y la creación. Mostrarle que la salida del presente túnel hacia lo oscuro (construido con una costosa burocracia y los subsidios) sólo puede conseguirse con una nueva Ilustración, esta vez de carácter digital. El gasto se ha de dirigir hacia las nuevas infraestructuras, que deberán de tener un tamiz digital (propio de los nuevos tiempos), y hacia la sociedad del conocimiento. La nueva sociedad industrial que se divisa exige valentía tanto a nivel de dirigentes como de los ciudadanos. Éstos deberán de reeducarse para pasar a tener una cualificación alta en lo digital. Adquirir nuevas competencias (skills). Esperemos que ni unos ni otros huyan ante este grandioso reto.