viernes, 16 de marzo de 2012

Miopía digital en la segunda década del siglo XXI

Es a primera hora de la mañana cuando consulto los últimos emails recibidos. Abro uno de LinkedIn, de un grupo interesado por la innovación. En él se hace referencia a un problema del país —la falta de patentes, el poco espíritu emprendedor en este sentido. Y entre los consejos hay uno que añade un enlace hacia una conferencia a celebrar en Barcelona en el Colegio de Economistas de Catalunya con el título: Patentes: innovación, estrategias y propiedad industrial. Cataluña y España perdiendo la carrera de los estímulos y la monetización. Nos encanta el título por su sugerente empuje. ¡Hay quien empieza a pensar!, nos decimos.
Al acceder al site, sin embargo, nos encontramos con la siguiente información, que desanimará a los profesionales adscritos al grupo que provengan de allende ríos o mares...
El web está sólo en catalán y, por añadidura, la conferencia sólo será factible de forma presencial. Como economistas, quizás están de ahorro y no innovan con las técnicas, poco novedosas a estas alturas, de los webinars, o conferencias online. Ejemplos hay muchos, séanos permitido hacer referencia a algunos de los seminarios online de Adobe que prodigó en el lejanísimo 2010.
El caso es que sin duda los objetivos de la conferencia son correctos.
En el resumen de la conferencia se puede leer lo siguiente:
¿Es consciente nuestra legislación, la cultura empresarial y política del papel que juegan las patentes en la competitividad de nuestro tejido productivo para poder hacer frente a una economía del conocimiento globalizada?

He ahí lo que aún no acaba de penetrar plenamente —la idea del mundo global. Hace cincuenta años, el mercado eran las comarcas, las provincias o las regiones. Algunas importantes empresas llegaban a  países cercanos. Hoy, todo el mundo tienen acceso al mundo global. El mercado es global. Y esta idea, por más palabras que se digan, ha de trasladarse a hechos. 
Tomemos el ejemplo de una empresa, una agencia de noticias, que desea vender su producto (¡noticias!), y veamos sus webs. 



Algunas empresas de Malasia -país con 28 millones de habitantes- están ya por una labor orientada a un mercado global, y con un lenguaje (o lenguajes) que permita esta exposición global. Por nuestros lares, aún perdura una forma de hacer que repite modelos que se hacían a principios del siglo XX (e incluso mucho antes).

miércoles, 14 de marzo de 2012

De las redes sociales virtuales a las redes sociales en el mundo real

Lector te has preguntado alguna vez porqué es tan extraña la posibilidad de acercarse a la gente en el mundo real cuando es tan fácil hacerlo en el mundo virtual. En el mundo virtual (en las famosas redes sociales —apunta las últimas aparecidas, parentisme, twitmusic y readmill) apuntarse a un grupo, buscar los afines, entablar conversación y establecer amistades es de lo más fácil y llevadero del mundo. En el mundo real, en cambio, donde podría ser aún más provechoso aunar esfuerzos, compartir ideas, establecer proyectos comunes etc., no existen puntos, centros, núcleos que permitan o faciliten este acercamiento y la creación de red real.
Se trataría, pues, de aprovechar las inteligencias de numerosas personas que potencialmente están con la expectativa de aportar saberes evitando subsumirse en la vaciedad del tiempo perdido. Tales personas, muchas de ellas, presentes y semiactivas en el mundo virtual, quedan de facto sin poder canalizar sus energías vitales e intelectuales y, sin embargo, de manera voluntaria podrían aportarlas a la sociedad en su conjunto y a diversos grupos en particular.
De hecho, sin al parecer darnos cuenta, hay una ingente cantidad de recursos humanos que en la vida real están deambulando anónima e individualmente y que podrían ser aprovechados —en un amplio abanico de posibilidades y de forma transitiva; cada persona podría, además de dar, recoger energías y conocimientos ajenos— si se establecieran circuitos y centros para enlazar, entrelazar, crear red, en el mundo real, el único mundo verdaderamente existente.

¿En qué situación nos encontramos con la irrupción y empuje del mundo digital? Pues como consecuencia de la era digital, algunos de los servicios que hasta ahora habían existido (como las librerías, las bibliotecas o los periódicos de papel, por poner ejemplos) han entrado en barrena. La innovación que proponemos, con los matices que una adecuación imprescindible requiera, puede ayudar a ralentizar la desaparición de tales entidades o incluso robustecerlas y hacerlas resurgir de unas previsibles cenizas mortales.
Por lo demás, no estamos imaginando nada del otro jueves, sino que una cadena de casualidades ha puesto en nuestra mano algunos ejemplos de la mismísima realidad. Veamos algunos ejemplos.
Situémonos geográficamente. En Catalunya, en la provincia de Girona, en el pueblecito medieval de Besalú, con una población (2.372 hab.) abocada al turismo como forma de subsistencia, aprovechando rentabilizar su riqueza arquitectónica procedente de la alta edad media. Esta población, lejos de caer en el clásico individualismo (cada uno a lo suyo) que reclama (o implora o exige) la habitual ayuda de la Administración (el Padre bíblico de la sociedad laica actual), se ha lanzado a la calle para atraer turistas que además de gozar de la bellezas arquitectónicas compren productos de los artesanos de la villa. Así, los domingos —los domingos!, estos días tan sagrados para el recogimiento individualista del yo con los míos o a mis quehaceres—, tanto por la mañana como por la tarde, adornados con vestimentas medievales están presentes en las plazas y calles más céntricas cuyas piedras nos retrotraen al medievo. Y, además de relatar y escenificar leyendas de la época, van ofreciendo tentaciones comerciales a los visitantes y curiosos que se han acercado a la villa.
Lo sorprendente, para nuestro caso, es la 'hermandad' existente que, para salvar una villa alejada del mundo industrial y de los centros rectores que aspiran sacar la cabeza en el siglo XXI, no ha dudado en reunir ideas y energías para introducir innovaciones que permitan 'salvar su mundo', económicamente hablando.
Otro caso ejemplar es una revista gratuita repleta de anuncios que, por estos lares catalanes, se difunde periódicamente. Los anuncios sirven para pagar los costes de la publicación, pero lo que encierra la que consultamos contiene además un abanico de artículos (desde economía a cocina, salud, informática, leyendas y recuerdos) donde mentes despiertas de la localidad 'regalan' su aportación (sí, sí, colaboran de manera altruista). He ahí otra manera de aprovechar el intelecto para la colectividad. Nos estamos refiriendo a la publicación mensual Els Colors del Pla de l'Estany cuya versión en PDF se puede consultar aquí.
Las nuevas tecnologías han servido de espoleta para reunir muchas personas, distantes geográficamente, en foros, en redes sociales como Facebook, Twitter, LinkedIn, etc., creándose muchas veces unos cenáculos de alta preparación e intercambio de saberes. De este hecho es necesario sacar enseñanzas para intentar trasladar al mundo real de pueblos, villas, barrios y ciudades los aspectos más provechosos que se han plasmado en el mundo digital. En el mundo real también cabe este tipo de innovación, sólo se requiere que los ingenios no caigan en la pereza de querer repetir solamente lo que hasta hora ha funcionado. Los tiempos inexorablemente han cambiado y el futuro, por lo que se intuye, no será nunca más como el pasado. Y frente a la frustración de la pasividad existe el entusiasmo de la actividad.