lunes, 22 de abril de 2013

Marketing vs tech o el fracaso continuado de Microsoft

Hay una serie de fracasos que empiezan a ser históricos. Microsoft pronto alcanzará el primer puesto de esta lista. 
Microsoft tuvo su momento histórico hace ya algunas décadas con la irrupción de Windows como sistema operativo, que vino a poner orden el caótico sistema de menús de los programas informáticos que iban saliendo. Ello fue bajo el empuje de Gates —punto y aparte la influencia ‘recibida’ del sistema operativo de los Macintosh de la casa Apple de esa época. 
Influencia, hay que añadir, que se repitió con el salto de Microsoft al terreno de los procesadores de texto. En su momento este terreno estaba surcado por el brillante WordPerfect y por su competidor Amí Pro.
La irrupción de MS Word envió a ambos procesadores a la cuneta de la historia y el procesador de texto de Microsoft pasó a dominar el mercado.
Dejando de lado otros productos, Microsoft pretendió basar su poder económico en el sistema operativo Windows y en su paquete orientado a la ofimática, encabezado por el Word. Y de ahí las repetidas operaciones de puesta al día. En un primer momento, esta misión de aggionarmento tuvo su razón de ser. Había que ir mejorando y ampliando los programas para adecuarlos al momento tecnológico que iba avanzando a pasos agigantados. La irrupción de Internet exigía, por ejemplo, esta función. Sin embargo, hubo un momento en que el mercado empezó a estar saturado. ¿Ejemplo? La persistencia del sistema operativo Windows XP (que apareció el 25 de octubre de 2001). 
A inicios de 2007, Windows Vista apareció con la intención de arrinconar el viejo XP  bajo el tapiz de aparentes novedades que no eran más que una serie de elementos de carácter cosmético. La empresa necesitaba subsistir económicamente, lo cual no deja de ser loable, pero la orientación iba dirigida principalmente a ir lavando lavar la cara del sistema operativo —el Windows 7 salió el 22 de octubre de 2009— así como de las diversas versiones del paquete Office
Con Office, por aquello de innovar externamente, ya que al parecer internamente los cambios eran sutiles, se optó por marear al usuario ocultándole los menús que había aprendido a dominar en su etapa de formación. Ahora con los nuevos paquetes de Office, el usuario debía de reiniciar un proceso de aprendizaje que habría sido de primera página de periódico si hubiese ocurrido con la compra de cada nuevo modelo de coche.
Microsoft —dominado al parecer por torpes marketineros— en lugar de otear hacia dónde iba el mundo tech —quedaba prendido de sus propias maravillas (Windows y Office)— y se orientaba básicamente a cambiar las apariencias y sacar, de tanto en tanto, una nueva versión al mercado. 
El último producto ha sido Windows 8, que ha aparecido con la misma táctica: cambiar el sistema de menús y colocar en ocultos rincones aquellos botones y barras que el usuario ya conocía y utilizaba con los ojos cerrados. De nuevo, ahora, Windows 8 exige reiniciar el bautismo digital como si fuésemos unos recién nacidos en este mundo. Y, al parecer, la gente ha empezado a decir no. Veamos dos hechos sintomáticos que dicen mucho del caso que comentamos.
¿Cuántas licencias de Windows 8 ha vendido Microsoft, si se deja de lado las ventas de este sistema operativo que acompañan la compra de un PC o tablet? Hasta ahora Microsoft no ha dado las cifras.
Segundo hecho:
Microsoft, dándose cuenta del error cometido, está a punto de servir una actualización del recién aparecido Windows 8, con la que espera recuperar el sentido común (y las ventas).
¿Se ha dado cuenta Microsoft, por fin, de que no puede dejar en manos solamente del equipo de marketing el diseño de sus productos? O Microsoft estudia, analiza, examina a fondo, lo que necesita el mercado, o éste continuará alejándose.
Podría ser que la ceguera del éxito de antaño sea la causa del porqué Microsoft no se haya percatado de que, en la geografía digital, hay dos conceptos que van imperativamente de la mano: innovación y eficiencia. No tenerlos en cuenta es andar de fracaso en fracaso.