miércoles, 24 de octubre de 2012

Ante la primera guerra digital mundial

Nuestra prensa de papel, que está dando los últimos coletazos antes de su ida a un cementerio made siglo XX, aún no se ha dado cuenta de la primera gran guerra digital que se avecina. Una guerra que, si no se atiende con rapidez y se adecuan los pasos preventivos necesarios, puede ocasionar una de las crisis más violentas que jamás se han visto. Crítica y violenta por lo inesperada para el ciudadano actual, cobijado bajo la sombra de la glicina, meciéndose en el balancín de la sociedad benéfica socialdemócrata y jugando online con su último tablet.
Este ciudadano puede ser el protagonista pasivo de la primera guerra digital mundial (la primera cyberwar). Los avisos a los navegantes se van sucediendo cada vez a mayor velocidad; sin embargo, en nuestros lares, el desconocimiento, el hecho de ser de tierra adentro —es decir, ser aún ciudadano de siglo XX en plena segunda década del siglo XXI—, hace más preocupante la situación temida. No en todos los sitios, sin embargo, ocurre los mismo.
Pintemos la situación prevista: los aeropuertos bloqueados; el metropolitano de las grandes ciudades inservible; fallas en la electricidad provocando sobrecargas y cortocircuitos; líneas ferroviarias bloqueadas; hospitales y servicios de emergencia sitiados informáticamente, con sus ordenadores teledirigidos por cerebros ajenos; líneas telefónicas anuladas; sistema bancario bloqueado o fundido; señalización de semáforos, apagada; etc., etc. Los cyberattacks están en el orden del día.
Todas estas situaciones dependen de los circuitos electrónicos que son la perla del mundo digital. Vivimos en un mundo donde lo básico, lo que pasa desapercibido a primera vista, está encadenado plenamente al mundo del ordenador y cuando este falla todo desaparece. Casi incluso nuestra respiración. Pero no todo el mundo está en Babia.
¿Imaginación catastrofista? Tal vez. Sin embargo, tarea imperativa es atender también a esta posibilidad. Hoy ya se dan las primeras incursiones en la cyber war. Se han dado los primeros asaltos a grandes bancos. Han habido intentos de bloquear incluso Internet, consiguiendo bloqueos, más o menos duraderos, de algunos servidores de redes sociales.
Los parámetros que han de servir para darnos cuenta de la nueva situación y entrar de frente en el problema, a fin de prevenirlo, ya están encima de la mesa digital. La prensa de papel —esa que sirve para aleccionar a muchos de los políticos poco documentados—, sin embargo, aún no ha puesto suficiente énfasis en lo que está en juego. El Titanic digital puede ser tan catastrófico como fue la desaparición de la biblioteca de Alejandría, y aún más.
¿Qué hacer? Algunos países están empezando a moverse. En UK con los niños de la XBox; en EEUU con las posibilidades de, además de introducir leyes, adiestrar a técnicos informáticos en el tema de la cyberseguridad.
La seguridad informática debería de ser una de las carreras universitarias con más demanda, a la vista de lo que puede venir, a gran escala —la PGDM— y a pequeña escala. La irrupción de un hacker puede poner en un brete la web comercial de una gran compañía, apoderarse de direcciones electrónicas o de códigos de paso. (No todos los hackers son el bandido generoso como parecen traslucir algunas ideas de Pekka Himanen o, entre nosotros, de Mercè Molist).
En definitiva, la sociedad digital, que aún está verdaderamente en sus inicios, nos exige que superemos esta etapa de medievo digital, donde abundan peligrosos bosques digitales —parecidos a los que nos narraba Noah Gordon en El médico, con la descripción del bosque medieval europeo.