martes, 14 de abril de 2015

La peligrosa ceguera ante el futuro inminente

El conocimiento es una de las materias primas más importantes que existen. Trabajar el conocimiento, la formación, a lo largo de la vida es crear riqueza. Y dado que ese es inagotable, la riqueza también lo puede llegar a ser. No darse cuenta de ello es uno de los primeros baches con que podemos tropezar en la marcha hacia el futuro.

Una economía depende fundamentalmente de unos ejes estructurales que la condicionan plenamente. Por ejemplo, las vías de comunicación física (caminos de carros o autopistas); los transportes (el ferrocarril del siglo XIX o el submarino chino supersónico que pretende hacer Shanghai-San Francisco en 100 minutos, en lugar de las 13 horas del avión actual); las fuentes de energía (agua, electricidad o nuclear).

Primordiales son, sin embargo, la investigación y el descubrimiento científico que permiten mejoras en los ejes anteriores, ofreciendo grandes avances en otros como la industria y el comercio (e-Commerce). Encabezando todo esto, tenemos algo que no obtiene aún suficiente eco: la capacidad productiva humana (entendiéndola como capacidad intelectual —Human Capital). Y, de manera complementaria, la posibilidad comunicativa, como son los niveles de información de todos estos avances.

En la actualidad estamos en una etapa que cambiará el mundo actual en todos los aspectos. Es difícil circunscribir el terreno donde se dará la próxima revolución, ya que cualquier área científico-técnica se presenta como pieza clave de la misma. Desde la existencia de nuevos materiales y de avanzados tratamientos de los mismos —a nivel de moléculas, por ejemplo, como la nanotecnologia—, hasta la industrialización del espacio. A nivel de transportes, tenemos la idea de Elon Musk que pretende transportar pasajeros a Marte, donde se quiere crear la primera ciudad fuera de la Tierra. Las actuales exploraciones robóticas hacia planetas del Sistema Solar son signos que dejarán como tema de ficción la preocupación por las limitaciones de nuestro planeta.

La tecnificación y digitalización actuales están alcanzando cotas tan altas que puede ser necesario dedicarle unos minutos de atención. La economía del mundo medieval se centró, entre otros aspectos, en la artesanía. El artesano era un manitas que fabricaba objetos con destreza y habilidad. Con la revolución industrial del siglo XIX, con el trabajo ejecutado por máquinas, el trabajador redujo su capacidad a unas tareas más sencillas —salvo especialistas y técnicos. Hoy por hoy —en este presente del futuro— y con la introducción de la Industria 4.0, se empieza a necesitar unos perfiles profesionales que se podría etiquetar de artesanía digital.

El nuevo empleado no será como el trabajador del textil del siglo XX, que en una mañana aprendía su tarea. Por el contrario, a los nuevos profesionales se les está exigiendo unos conocimientos y habilidades que resultan bastante escasos, cuando no aterradores. Según cifras de la EPA, de los 813.700 de jóvenes parados, en España, el 67% no han superado la ESO.

Pero no todo queda en el ámbito del mundo físico —industria, espacio, etc. Ya que también hay revoluciones a nivel biológico. ¿Qué tal tener unos nuevos ojos que incorporen cámara y Wifi? (¿Inventamos? Buscar info sobre MHOX). ¿Y qué sobre renovar un poco las neuronas? Actualmente la bioingeniería está haciendo avances a partir de sensores que pueden llegar a estimular muchas áreas neuronales. ¿Y las plantas? Las modificaciones de su ADN está ya despuntando para hacer unas plantas aún más adecuadas para la salud humana. ¡Todo está cambiando!

Se habla del nuevo mundo smart, inteligente. De las smart cities, de las smart houses, de las smart industrias. Pero queda oculto lo que exigirá todo esto: hombres y mujeres smarts. Como si estos no tuvieran un papel directo en este nuevo mundo. Como si fueran unos seres pasivos a los que por gracia de los dioses se les otorga unas nuevas prerrogativas, al igual que si se les regalara un nuevo smartphone. Pero las cosas nunca han funcionado así. Y es urgente darse cuenta.

Queda claro, en todo caso, lo que están escribiendo los nuevos guionistas de la obra —aquellos científicos y técnicos que lo están revolucionando todo. Hay que resituarse. Aprenderse el nuevo papel; reciclarse y hacerlo a gran escala (y al respecto hay grandes instituciones, y la UOC es una de ellas). El director de la pieza teatral —que es la de la vida con todas sus facetas— ya está haciendo el casting por los principales personajes. Es urgente no quedarse en un mero papel secundario. El título de la obra es el futuro es presente. No hay duda de que puede tener un éxito clamoroso. Quedarse como un simple espectador puede ser, como mínimo, contraproducente.

Decálogo digital
1) El cambio tecnológico es y será acelerado, provocando grandes cambios empresariales, económicos y sociales.
2) Habrá trabajos que desaparecerán. Muchos de los puestos de trabajo actuales serán realizados por máquinas.
3) Se requerirá formación especializada en nuevos campos relacionados con la nueva tecnología como la robótica, la nueva maquinaria o la analítica de datos.
4) La nanotecnología abrirá puertas a nuevos materiales, respecto a los cuales los técnicos deberán tener una alta formación.
5) Los equipos de seguridad informática deberán tener profesionales propensos a adquirir nuevos conocimientos para hacer frente a los imparables retos del hacking.
6) Big data, nanotecnología, Internet of things, cloud computing, robótica, etc., son algunas de las nuevas advocaciones del presente santoral tecnológico.
7) Los países que se muevan con una lenta dinámica formativa o con una formación anclada en el siglo XX quedarán arrinconados.
8) La miopía hacia el presente tecnológico y la falta de competencia digital podrá ser castigada con depauperación salarial o desempleo crónico.
9) Los profesionales formados digitalmente que continuamente vayan adquiriendo nuevas capas de conocimiento serán los más perseguidos a golpes de talonario.
10) Este decálogo se resume en que todos debemos ser competentes digitales y mejor si somos expertos digitales en algún ámbito. Para ello se requieren dos principios: Hay que ser activo y no ser avaro en el esfuerzo.

Artículo publicado en catalán en el periódico La Mañana de Lleida, el 12 de abril de 2015.