miércoles, 25 de julio de 2012

El dios digital que todo lo ve

Hoy en un mensaje a una de mis interlocutoras preferidas se me ha aparecido el dios digital. Quien firma esto era hasta estos momentos un escéptico, pero ha llegado el momento de pedir perdón y reconocer los errores de la incredulidad. Los hechos han ocurrido del siguiente modo.
Recibo un correo de una de las más inteligentes empresas de edición de libritos digitales (gratis; con anuncios inteligentes e incluso provechosos en cada n páginas). Me refiero a bookboon que es una empresa editora que tiene muchos, muchos libritos interesantes para prender de ellos e incluso disfrutar con ellos (por ejemplo las guías de viaje). Sin pensarlo ni un instante accedo a la web para bajarme algunos de los PDF que me pueden ayudar a ponerme al día en inteligencia emocional, etc.
De inmediato estas neuronas que no controlas y que te transportan a los momentos más intensos de la vida, se desatan y te plantean: 'Estos libritos le irían bien a Alicia'. '¡Es verdad!, me respondo. Y de inmediato preparo el mail para mi interlocutora que, por aquello del placer de usar un seudónimo equívoco, utiliza uno de varón.
El caso es que le comento la información sobre los libritos, pero además lo hago en un diálogo dirigido a un 'varón' (recordemos que es una dama la receptora del futuro mail). Y como lo trato de 'bonic' en lugar de 'bonica' (bonito / bonita) y le mando un besazo (un 'petonàs'), me río del sr. Google que difícilmente podrá entender que mis 'supuestos amores' diverjan yendo de mujeres a hombres. El sr. Google 'anirà de corcoll', apunto. (El sr. Google irá de cabeza).
Cuando estoy a punto de mandar mi mensaje del Gmail, la divinidad, que todo lo ve, me avisa...
¡Ha leído mi mensaje! y ha entendido (erróneamente) que le adjuntaba algo y me avisa: 'En el mensaje has escrito "adjunto"... ¿Quieres adjuntar algún archivo?'
Ahora sí que creo en el dios digital, el que todo lo ve y por eso (casi) lo sabe todo.
Pero, sin caer en pesimismos adelantados, voy a detenerme ahí en la anécdota, evitando la tentación de entrar a fondo en la categoría (el 'gran hermano', la manipulación, el fin de la libertad, etc.). Mi vendedora de fruta también sabe quien es mi esposa y cuando me ve que doy un beso a mi hermana (a quien no conoce) abre los ojos como pámpanos. Por no hablar del cajero de mi banco cuando voy a pagar los impuestos. Éste incluso se sabe de memoria si están en rojo las cifras de mi libreta. ¡Ay!