viernes, 22 de junio de 2012

El aguador digital o el cambio de intermediarios

Dolorosa es la vida del que despierta un día y se da cuenta que el mundo ha cambiado. Realmente el mundo ha venido cambiando sin descanso, pero nuestro protagonista, empeñado en negar la realidad, había ido transitando como si el ayer fuera a repetirse mañana. Ya no existe El aguador de Velázquez; ya no existen las serrerías que poblaban las calles de nuestra infancia, ni los herreros que cuidaban el calzado de las caballerías. El mundo ha cambiado con el empuje tecnológico, y más cambiará. Y hoy, ahora mismo, ha sido cuando nuestro protagonista ha abierto los ojos —esperemos que no sea demasiado tarde.
El aguador de Sevilla de Velázquez
En el amplio abanico económico, profesionales y comerciantes están viendo cómo el mundo que consideraban inalterable está quebrándose.
La crisis también se manifiesta con el cierre de locales comerciales. Los antiguos inquilinos han preferido poner el negocio online. Aquellos 1.000€ o incluso 3.000 que habían de sufragar cada mes en concepto de alquiler se han abaratado con la confección de la web. Los comercios han bajado la persiana...
Y han optado por la opción online.
Pero… Repasemos la historia más reciente de este fenómeno. Echemos mano de lo que hicieron los negociantes más avispados ante la aparición de Internet: sin dudarlo, ¡abrieron su aparador digital al mundo! Fueron, sin embargo, pocos, y muchos de ellos lo hicieron mal. Plantaron su aparador digital y lo dejaron momificado esperando que los curiosos consumidores viniesen a ellos. Su error fue no darse cuenta de que se requería la intervención de nuevos intermediarios; la ayuda, bajo compensación económica, de los nuevos profesionales. ¿Creyeron ingenuamente que con sólo la presencia en la web, lo demás —hacer caja— se daría por añadidura?

Online or not online, no es la verdadera cuestión. No sólo hay que tener una vida online, sino que hay que provocar que nos vean, que nos quieran ver, que nos quieran comprar, que nuestros servicios y productos resulten casi imposibles de evitar, que nuestra seducción sea la fragancia con que nuestros consumidores, nuestros clientes, deseen envolver parte de su vida, de su ser. Que nos quieran. En caso contrario, sólo habremos conseguido tener un nicho en el cementerio digital, donde las webs están muertas.
Se requiere, pues, de la acción de nuevos profesionales que vengan a sustituir a los antiguos intermediarios. SEO, SEM, community managers, asesores en marketing digital, diseñadores web, expertos en newsletters o en seguridad digital... (PDF de 118 páginas sobre nuevas profesiones, aquí) He ahí una multitud de áreas que están irrumpiendo en el espacio económico que existe entre la oferta y la demanda; entre vendedor y comprador. Se necesitan estos profesionales; esto es, se necesita que se reciclen muchas de las antiguas profesiones poco adecuadas al presente. Hay que abrir los ojos a los nuevos tiempos. Y ser atrevidos porque ni el mundo ni la historia van a esperar.
Ya no existe El aguador de Velázquez; ha sido sustituido por el aguador digital.