jueves, 27 de junio de 2013

Educación decimonónica versus estudiantes activos en la época digital

¿Por qué esforzarse por inventar la sopa de ajo si hace tiempo que ya existe? ¿Por qué no atreverse a implementar los tipos de enseñanza que se han comprobado que dan buenos resultados, en lugar de querer redescubrir el número Pi de la enseñanza? ¿Cómo es que en el campo de los dispositivos tecnológicos —pongamos uno antiguo, como la lavadora o el televisor— lo que se hizo en su momento no fue intentar empezar de cero, sino 'copiar' llanamente (comprando licencias, en todo caso) lo que se estaba comprobando que había que introducir en nuestras vidas, y en cambio en algunos terrenos como en la enseñanza se quiere descubrir una especie de elixir maravilloso? ¡Qué déficit de conocimiento muestran, desde hace tiempo, nuestros gobernantes! ¡Qué antiguos parecen, queriendo remozar unos sistemas —en especial en el del campo de la educación— que se ha comprobado que van, en grandes líneas, de fracaso en fracaso!
Una primera reflexión que es necesario apuntar es que, actualmente, estamos ante un dilema extraordinariamente importante. Qué queremos que haya en nuestras aulas, ¿estudiantes pasivos o estudiantes activos
 
A nuestros alumnos, hasta el presente, se les ha acostumbrado a ser pasivos. Les tenemos pasivos en las aulas y muchos se aburren soberanamente. Y ello es debido a que las clases continúan basándose en la clase magistral (o, para ser falsamente modernos, en el vídeo o la web magistral). Y la acción de estos alumnos, en todo caso se supedita a tomar apuntes (tanto da si se hacen sobre libreta, en el PC o en el tablet). A este alumno pasivo se le enseña de manera primordial a desarrollar habilidades como las de escuchar y mirar
Estamos ante unos alumnos a los que no se les orienta a que ellos mismos hagan el tema (cosa que en muchas asignaturas, y con la biblioteca universal que es Internet, es realmente factible). Cierto es que hay alumnos que de motu proprio amplían materia —es decir, tienden a ser autodidactas. Y este es el perfil que se debería de perseguir. Los alumnos deberían de ser encaminados al hacer, aparte de mirar y escuchar. 
Hay que fomentar la existencia de alumnos activos y prepararlos para el mundo que les vendrá encima. Un mundo en que existirá un constante cambio de coordenadas profesionales —¡la revolución científico-técnica sólo está en sus inicios!—, y que exigirá una persistente necesidad de ponerse al día. Y ello demandará altas dosis de autodidactismo, y hay que empezar urgentemente a enseñar técnicas para este cometido. Y eso también se apunta fuera de nuestras fronteras.
Los estudiantes en el último año de la ESO o en el primero del bachillerato deberían de ser encauzados a hacer sus propias búsquedas a propósito de temas o subtemas indicados por el profesor. De estas búsquedas, deberían de surgir trabajos de carácter individual y también en forma grupal. Estas tareas, por descontado, deberían de pasar ciertos filtros —que no necesariamente deberían de estar en manos del profesor, sino de los mismos grupos de alumnos. (¡Nuestros estudiantes han de aprender a volar solos! ¡No siempre tendrán un maestro a su lado!)—. Nuestros alumnos deberían saber cómo descubrir los principales expertos mundiales y nacionales en tal o cual temática. Cómo poder acceder a sus últimos trabajos editados digitalmente. Cómo saber traducirlos, en caso de no dominar un idioma concreto… 
Descubiertas estos primeros espadas o figuras, estos estudiantes podrían adiestrarse en presentar, de forma resumida, cómo están las investigaciones o las tesis en un determinado campo de trabajo… Y presentarlo digitalmente. Hay blogs y espacios web gratuitos que esperan a nuestros alumnos. Y eso —¡atención ahí!—, eso sería realmente revolucionario. Veamos la razón de ello.
Hasta casi ahora mismo lo que ha existido, en general, es un diálogo ‘privado’ entre el alumno y el profesor: los exámenes o trabajos han sido vistos solamente por estas dos personas. Si levantamos la vista en este respecto, nos daremos cuenta de que nuestro alumno tampoco ha conocido la tarea hecha por sus compañeros (ni sus exámenes ni sus trabajos). En resumen, no ha podido recibir, en un sentido amplio, el estímulo (el intelectual y también el formal del esfuerzo) de las actividades de sus compañeros. Eso siempre ha sido hasta ahora una especie de ‘secreto’ entre dos personas que le impedía saber el porqué le había reportado aquella nota más alta, pongamos por caso, que la recibida por uno mismo.
Ahora, en cambio, si en esta etapa del inicio del bachiller centramos la tarea estudiantil en el hacer cosas y hacerlas en el escritorio digital que es Internet (blogs, webs, infografías, documentos en PDF, page flip, etc.), nuestro estudiante, aparte de recibir el impulso de sus compañeros inmediatos (el grupo de 4 o 5 compañeros) podrá obtener ideas y feedbacks indirectos, viendo lo que van haciendo otros compañeros de aula. Y por aquello del espíritu de imitación y a la vez de reto positivo —¡Oh, se hace así! ¡Yo también puedo hacerlo! ¡No era tan difícil como mi imaginación me mostraba!— se pondrá con más empuje a hacer cosas. I ello de la misma manera en que cuando se juega, delante de público y en un deporte colectivo, las miradas de los espectadores, por un lado, y el esfuerzo de los compañeros, por otra, hace que se busquen fuerzas desde los más profundo de uno mismo a fin de obtener buenos resultados.
Nuestros nativos digitales, en terminología de Marc Prensky, están con los pies en pleno siglo XXI pero sus profesores, con brillantes excepciones, están atados a técnicas decimonónicas y son propensos, cuando se les cita el diablo de las TIC, a caer en lo que se denomina resistencia al cambio. Pero, sin negar lo anterior, hay otro error de percepción. Es muy probable que tropecemos con profesores que apenas son ‘inmigrantes digitales’. Ello no ha de preocuparnos. Los profesores no tendrán que enseñar nada de nada por lo que se refiere a tecnología digital (hacer blogs, webs, etc.). Serán los propios alumnos, en todo caso, los que se ayudarán en esto. Son más que listos en las nuevas tecnologías (¿o acaso deberíamos de creer que son sus padres los que instalan y configuran las aplicaciones de sus teléfonos móviles?).
En resumen, estos nuevos estudiantes aprenderán a hacer búsquedas sobre temas indicados por su profesor. Sabrán descubrir sitios serios y autores o investigadores relevantes. Ellos deberán de desplegar técnicas que les permitan filtrar el material obtenido. Hechos estos pasos y contrastados los resultados con otros miembros del grupo, emprenderán la tarea de publicar en diversos ámbitos digitales. Ámbitos que estarán a la vista de todo el mundo —¡lejos del ‘secretismo’ decimonónico!— y no sólo del profesor y él. Eso será un estímulo y un reto (ahí se juega su prestigio y por ello se verá obligado a vigilar lo que hace y cómo lo hace —¡ya que estará a la vista de todo el mundo!).
Y además estará dando los primeros pasos en la construcción de su identidad en el mundo digital.

Más ejemplos: Course with Web-based, plus hands-on experimentation wins Science Magazine prize. Un resumen en castellano, aquí.
Y esperando que no se quiera entender mal... Social Networks Shape Monkey 'Culture' Too.
Una reforma que es casi revolucionaria: Radical Reform: Dutch iPad Schools Seek to Transform Education.