martes, 19 de julio de 2016

Programa formativo contra el infantilismo político: economía y habilidades digitales.

La extraordinaria ignorancia de cómo funcionan las cosas y de hacia dónde nos conduce el futuro está llegando a una extrema peligrosidad. Ya hay señales de cómo puede ser un próximo futuro si se examina qué les está pasando a países que han quedado mentalmente apoltronados en una época pasada, repitiendo modos de vida y labores de antaño. La realidad es que el antaño ya no existe y difícilmente volverá a existir. La revolución tecnológica está yendo a marchas forzadas y en cinco años, muchos de los puestos actuales de trabajo habrán desaparecido siendo sustituidos por grandes máquinas —que son más rentables y tienen menos costes salariales—, los robots y la inteligencia artificial. El mundo digital está penetrando en las industrias de todo tipo y lo antiguo envejecerá a marchas forzadas.
Ante este espectáculo que estamos viendo por la cara más oscura, sólo hay una vía de salida: Subirse con rapidez al tren de la digitalización, apuntándose a una mejora en formación en habilidades digitales (digital skills). En caso contrario, la penuria económica será algo cantado —con la fuerte protesta, casi violenta, que ello puede desencadenar. Los signos al respecto son claros: Italia en este mismísimo momento está en el umbral del hundimiento. ¿Alguien conoce algún dispositivo digital made in Italy que sea codiciado por las multitudes? ¡He ahí el problema! O se está en el mercado de la digitalización —con productos o industrias, ingenios o creatividad digital— o el hundimiento económico —el pase a la tercera división de la economía— será un hecho.
A corto plazo, ¿qué hacer? Establecer grandes programas, incentivados intelectualmente (no económicamente; olvidémonos de tratar a los adultos “con caramelos”), de profundización en habilidades digitales. Ello comportará —en un intervalo no muy lejano de dos o tres años— estar preparado para optar a los nuevos puestos de trabajo con carácter digital que hoy mismo ya se están ofreciendo y que, ¡ay! no aparecen suficientes candidatos para ocuparlos. (Hay 85.000 perfiles digitales sin cubrir según datos del Centro de Tecnologías Avanzadas del INAEM). Y eso ocurre aquí y también en otros países europeos, como el Reino Unido (Un informe de Telefonica | O2The independent report of the UK Digital Skills Taskforce. Beta Edition July 2014. Interim Report— sobre competencias digitales indica que la economía de este país necesitaría, entre los años 2013 y 2017, 745.000 trabajadores adicionales con formación en habilidades digitales. Y a nivel europeo ya lleva tiempo indicándose que el crecimiento de la economía en el continente dependerá de la alta formación en Ciencias y Tecnología, con la creación de casi 900.000 empleos tecnológicos de aquí a 2020).
Este recambio profesional —necesario e imperativo— dará alas a la economía del país. Un país, el nuestro, que está demasiado subordinado a un mercado turístico que puede desaparecer de la noche a la mañana. Sólo hace falta que cuatro locos pongan algún artefacto mortífero en lugares de afluencia turística y se terminará con este mercado. Ejemplos tenemos de Egipto, Túnez o Turquía.
Lo digital es el futuro, pero de un futuro que está a la vuelta de la esquina. Si nuestros politicastros —difícil hablar de políticos viendo sus escasas virtudes intelectuales, a menos que las tengan ocultas y no quieran manifestarlas— no se empeñan en este cambio y, por otro lado, si la población activa no deja de adoptar el clásico infantilismo de recurrir al papá Estado para que le solucione las cosas, el final será diáfano: "todo será llanto y crujir de dientes".
A medio plazo, ¿qué hacer? Cualquier reforma educativa —absolutamente necesaria— debería de incluir, además de las materias clásicas, unas nociones básicas de economía y altas habilidades digitales que lleguen a ser "la envidia" de otros países. Entre ellas, aprender programación y ser fuerte en analítica y matemáticas.
¿Por qué economía? Porque la base del infantilismo político, como se transluce en los últimos años, radica en no saber de dónde viene la riqueza. En creer que el papá Estado o la magnificencia del dios de turno es el que se encarga de dotar de bienes a sus seguidores. Y, lamentablemente, las cosas económicas no funcionan así. La economía depende de un mercado. Si eres interesante con tu talento te contratarán las empresas. Si tu talento es extraordinariamente interesante te pagarán muy mucho para que sigas en la empresa y no te vayas a la competencia. Si tu talento es mediocre —es decir, si sólo sabes hacer lo mismo que miles y miles de personas— pasarás a depender de la lotería laboral. La suerte puede darte trabajo. Pero la suerte se prodiga poco; escasea.
Si trasladamos el caso a nivel de todo el país, la riqueza de este dependerá también del mercado; de su posibilidad de vender. ¿Y qué es lo que se vende más hoy día y se venderá más a partir de los próximos años? Productos digitalizados. Hoy los móviles y las tabletas digitales ya están diseminadas y su índice de venta está bajando; hay empresas como Samsung o Toshiba que están orientándose hacia nuevos nichos de mercado con nuevos productos, entre otros los relacionados con la realidad virtual. Fijémonos que incluso las empresas nacidas de lo digital —Google, por ejemplo— están desembarcando en territorios comerciales de las antiguas industrias, como las de los automóviles. El coche sin conductor de Google es un ejemplo claro de que las cosas van cambiando y que hay que estar al tanto si se quiere continuar a flote.
Hoy estamos en un proceso de transformación digital de las empresas —desde las más grandes hasta las Pimes— y quien no se ponga a nivel de lo que dicta el calendario económico, es decir, el mercado digital, tendrá un futuro negro sin ninguna luz tecnológica. La decadencia estará a la orden del día y la crisis, penuria, escasez y hambre serán las imágenes que poblaran el imaginario de la población.
Aún se está a tiempo de prepararse ante la tormenta digital. De la que está más cercana —con un gran programa de formación inmediata en habilidades digitales— hasta la que iluminará el nuevo cielo de un mundo robotizado y automatizado que necesitará grandes y bien formados profesionales para operar con las nuevas máquinas. Las lecciones básicas de economía servirán para evitar que se busque en los Reyes Magos la solución que está y estará, realmente, en manos de cada uno y de su esfuerzo.