jueves, 10 de noviembre de 2016

Altas cumbres digitales y mecanismos de la historia humana

¿Y si los grupos humanos se moviesen con ciertas pautas previsibles? ¿Y si realmente existiesen unos mecanismos explicativos de las conductas colectivas? Fijémonos en lo que está sucediendo, y acaba de suceder con Donald Trump, último ejemplo de la resurrección de las consignas y los movimientos populistas. No es realmente una novedad. En otros momentos de la historia se han dado procesos semejantes. Incluso en épocas remotas de los que tenemos noticias, como en la época de la Grecia clásica, en tiempos de Platón y Aristóteles. También hubo movimientos de estilo parecido en la Edad Media, con los movimientos que entonces aparecieron con baño religioso. Esto parece que es lo que realmente ocurre. Se dan unas pautas, unos patrones de conducta. Se dan procesos físicos. Unos resultados de energías y sinergias, de rupturas de piezas del motor histórico humano y, vuelta a empezar, a menudo, aunque no siempre, con algunas mejoras.

¿Qué le ocurre al motor de nuestro coche? Nuevo, salido de fábrica, es un fulgor espléndido ante lo que es realmente capaz de hacer. Con el tiempo, una correa puede estropearse. Un fallo imprevisible. O una pieza que ante un esfuerzo mayúsculo se ha visto imposibilitada de transferir la fuerza por la que fue creada y, ¡zas!, se rompe y el motor se para. El vehículo se detiene y habrá que hacer arreglos. El curso que hasta ahora había sido recurrente y tranquilo, casi imperceptible por repetido, se trunca. Habrá que introducir cambios.

¿Determinismo? Inicialmente el planteamiento sobre el determinismo humano se focalizó a la conducta del individuo, de la persona. Pero tal vez fue una visión ciertamente estrecha, demasiado simplificada. Tal vez si se hubiese ampliado la mirada y atendido a los grupos y a su inserción en los engranajes económicos del momento histórico, hubiese sido posible perfilar, dibujar, esto es, observar, un determinismo de los procesos históricos, de las etapas por las que circula el motor social humano y que ha de hacer frente a los peñas que debería de alcanzar. Ante el esfuerzo, algunas piezas flaquean, otras se hacen trizas y el motor desfallece e incluso puede llegar a incendiarse.

Ahí tenemos algunas pinceladas de lo que, si se mira la historia desde cierta perspectiva (sin caer en la veneración, casi religiosa, de momentos precisos, como hacen algunos nacionalismos o sectarismos proféticos, religiosos o laicos), puede servir para iniciar un recorrido intelectual que permita atisbar futuros. En otras palabras, prever y enmendar, antes de que sea demasiado tarde, el futuro fallo del motor. Ahí tiene un papel la ciencia, la única forma de llegar al conocimiento que el individuo humano se ha dado y con cuya concurrencia ha podido llegar hasta donde ha llegado. El presente, con todos los males que se quieran poner sobre la mesa, no tiene parangón con las épocas pasadas. Ignorarlo, no querer verlo, es simplemente apostar por la oscuridad.

Y las peñas, las montañas altas que retan actualmente a estos motores humanos podrían bien ser las cúspides de la tecnología, los nuevos retos profesionales que exigen del motor humano, de la dedicación humana, una atención y una fuerza —un ‘es-fuerzo’— que no todas las personas (no todas las piezas y engranajes) están dispuestas (están disponibles) a ofrecer. No están adecuadamente preparadas (esto es, debidamente formadas) para hacer frente al reto del camino histórico hacia las nuevas cumbres. Las grandes industrias tecnológicas han ido a parar a otras áreas geográficas. Los aparadores, hoy digitales vía comercio electrónico, ya no necesitan puestos físicos para vender. La globalización del mercado, en nuestros lares, básicamente ha ampliado el mundo del transporte de mercaderías. Aquí por ahora queda el turismo, que los populistas, ciegos e ignorantes, pueden hacer desaparecer con sus inopinadas bisoñeces, propia de ingenuos e iletrados.

Repitámoslo una vez más. La realidad digital también se nos está presentando cuesta arriba y tiene mucha más pendiente que todas las realidades anteriores vistas.

Esfuerzo es un término que viene de “fuerza” y este término, uno de los principales de la física. Significa la capacidad de modificar la forma o el estado de reposo de un cuerpo. Ahí, en este artículo, el estado de reposo es el propio individuo. Reposo y simple atención a los entretenimientos que le mantienen como simple espectador, bien atento, calmado y quieto. Esfuerzo es el vigor propio para conseguir algo venciendo dificultades, superando resistencias. Las máquinas de regeneración del esfuerzo hasta ahora han sido las grandes penurias (léase guerras, enfrentamientos violentos, catástrofes, etc.,), que muchas veces, no siempre, han ayudado a abrir los ojos a la realidad, que siempre se presenta montañosa y abrupta, y a poner de nuevo el motor en marcha. Igual existen otros mecanismos, menos cruentos, para regenerar esfuerzos. Habrá que pensar en ello.