En estos casos, es aconsejable, antes de apuntarse a seguir (o a ser seguido) analizar quién está detrás de la cuenta en cuestión. En Internet pesa mucho aquello del refrán castellano ‘Dime con quién andas…’, que recoge Cervantes en El Quijote.
Así, pues, lo primero que hice fue mirar la antigüedad de la cuenta, vía Whendidyoujointwitter. Y mi sorpresa fue mayúscula. Con sólo 115 días, esta cuenta había conseguido decenas de miles de seguidores. ¡Sólo con poco más de tres meses!
Y estos datos quedaban confirmados también por su timeline. El primer tweet había aparecido el 9 de febrero.
Mi envidia subía de tono pero iba quedando equilibrada por una admiración que empezaba a crecer. Sin embargo, 34 tweets y…
Por aquello de aprender de los expertos, quise profundizar un poco más en esta cuenta. Miré a quienes seguían y sobre todo miré quienes eran aquellos seguidores que habían quedado fascinados con poco más de 30 tweets.
Después de ver algunos digitalmente conocidos, me topé con una lista de seguidores como la siguiente:
Aquí el equilibrio entre envidia y admiración se rompió, y mejor no decir hacia qué lado. ¡Incluso seguidores ingleses habían quedado hechizados por esta cuenta de Twitter! Cuenta que no había escrito ningún tweet en inglés y que algunos de ellos eran tal que así…
Los tweets, por lo que podía ver, difícilmente podrían traspasar fronteras y, sin embargo, la lluvia de seguidores conseguidos golpeaba mis neuronas. ¡Había que aprender de los sabios, habían dicho siempre mis maestros!
Así, pues, profundicé más en mi indagación y por azar opté por los seguidores de cuentas inglesas. Y ahí fue dónde me encontré con algunos de los fantasmas digitales del Twitter.
En este punto, preferí dejar de aprender. Todo provenía de la economía. ¡De una simple compra de followers! Había topado con otra manifestación de las tentaciones que existen en el mundo digital.
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