Estamos a primeros días de un nuevo curso, después de un tenue período vacacional, si lo miramos desde Europa. Ahora es cuando empieza de nuevo a arrancar la máquina; y de manera muy clara el curso escolar. Hablaremos de eso, pero antes vamos a echar un vistazo a la bolsa más tech, el Nasdaq. ¿Qué tal si miramos cómo estan las acciones de una de las más reconocidas empresas tech como es DELL?
¿Y si miramos AMD, empresa de muchos de los procesadores de los ordenadores que hemos usado durante años?
Ambas imágenes nos han de servir para darnos cuentas de que lo que funcionó ayer por la tarde, tómese eso como metáfora, ya no sirve. Que nuestro mundo —¡en el tercer milenio!— lleva una dinámica que exige estar ojo avizor para saber por dónde van y por dónde van a ir las cosas. Y hay que huir de la fácil tentación de quedarse repitiendo y reproduciendo lo que hasta ahora mismo había funcionado. Eso lleva al fracaso más estrepitoso. Repásese las acciones de DELL o AMD y verán que aquello que valía mucho, hoy vale la mitad de la mitad. ¡O menos! Y eso es debido no a las malignidades del mercado, sino al hecho objetivo de que los productos que vendían estas empresas ya no se venden (o se venden mucho menos —cierto, ¡no nos compramos ordenadores cada semana!— y el mercado de DELL y AMD está bastante saturado). Y esto son hechos (y no deseos o valoraciones). Las cifras —¡ay, Pitágoras, cuánta razón tenías!— no engañan.
Pues a pesar de estas evidencias que cualquier persona con interés de observación vería fácilmente, resultan que son todo menos evidentes por estas tierras que vieron crecer a Gaudí y que hoy, junto con el Barça, son motivo de admiración. Pero sólo ámbos (Gaudí y Barça) son motivo de orgullo, porque sus políticos, los de aquí y por la parte que les pertoca, los de más allá del Ebro, no han pasado aún la hoja de calendario (del mes, ni la del siglo, ni la del milenio). Continuan con proyectos embaucadores sobre educación. Continuan con un pseudopaternalismo educativo que lleva a los jóvenes a un fracaso cantado. ¿Muestras?
Echemos un vistazo a un periódico como La Vanguardia el cual con fecha del sábado, 14 julio 2012, página 22, nos presenta un informe sobre las preinscripciones en las siete universidades públicas catalanas. 48.240 personas, chicos y chicas la mayoría, se han inscrito para obtener una plaza universitaria. Hecho, de entrada encomiable, pero..., hay algunos puntos negros en este hecho. Muchas de estas personas después de 4 ó 5 años no encontrarán ningún trabajo relativo a sus estudios. ¿Quieren que les cuente de qué trabaja aquel ex-universitario, con el título de sociólogo en el bolsillo? ¿Quieren que les cuente de qué trabaja aquella joven, que ahora vive en Madrid, con su título de licenciada en Ciencias Políticas colgado en el comedor? Joven, por cierto, que me pedía con dolor consejo después de haber fracasado enviando currículos inservibles para la empresa de hoy. ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que nuestros políticos —y esperemos que tengan algún título superior al de 'bachiller'— tomen el asunto seriamente y no lleven a un fracaso cantado a más generaciones?
Pero continuemos con el informe del susodicho periódico y repasemos la imagen anterior y veamos qué es lo que más atrae a nuestros estudiantes. Nuestros futuros universitarios quieren ser médicos, psicólogos y maestros. Y hay muy pocas vocaciones para ingenierías. Y así nos irá. ¿Se sabe cuántos médicos se necesitan? ¿Se sabe cuántos maestros serán necesarios dentro de un lustro? ¿Se les ha dicho eso a estos estudiantes? ¿Se les ha explicado qué demandará el mercado? ¿El que? —oigo que el encopetado político de turno me pregunta. ¿El maligno mercado? —añade. Sí— respondo, recordando la negativa de una sobrina, con título de traductora e intérprete en alemán, que ha rechazado trasladarse a Rusia para un trabajo adhoc. En fin, personas con síndrome siglo XX.
Añadamos que no deja de sorprender que en el mismo periódico, que tiene como referencia este documento oficial, se subralla con sorpresa que no ha variado la demanda de estudiar arquitectura —en un país donde hay viviendas construidas y sin habitar para más de una generación. Y, por otro lado, véase la imagen siguiente donde se ocultan detalles sobre los títulos con menor inscripciones —toda una conducta pseudosoviética que pretende ocultar un mal uso del dinero público.
El periódico, honradamente, ofrece unas cifras del año anterior que son espeluznantes (por lo que se da en las universidades y por lo que no se da —como es la Ingeniería de Sistemas Electrónicos por la UPC).
¿La catástrofe está cantada? Una más se dirá. ¿Cómo lo podemos afirmar? Mirando lo que están haciendo otros países. Del STEM hace ya tiempo que hablamos de ello. Y en Catalunya y España viviendo no en Marte sinó en Plutón. En Catalunya sí, es cierto, preocupa la Universidad.
Sobre todo preocupa quién puede ser rector, quien puede mandar. Los políticos han visto una brecha para encontrar otro merendero, que diría Pérez Galdós. Eso sí, con una vestimenta ideológica que oculte la zona del forraje, continuando con metáfora que firmaría Galdós.
Hace unos años (en 2010), a bombo y platillos, se lanzó el proyecto de un portátil para cada alumno, en varias zonas de la península, pensando que eso, cual varita mágica, convertiría en alumno TIC a todo bicho escolar viviente. Por este mismo razonamiento, conducir coche debería ser equivalente a saber construir uno. Y eso, señores políticos, con bachiller o sin él, eso no es así. Para crear una futura sociedad activa en las TIC se requiere otras cosas. ¿Por ejemplo?
Los estudiantes de Estonia —del grado 1 al 12— serán encaminados hacia la programación de webs y aplicaciones para PC y smartphones. Eso sí que es usar realmente el cerebro con las tecnologías; lo otro, lo de nuestro país, es jugar con ellas (y lo dice quien fue desde la última década del siglo XX profesor de informatica de usuario con alumnos de enseñanza secundaria). En Estonia se han dado cuenta —¡han abierto los ojos!— que las empresas... "Many companies struggle to find decent programmers", buscan buenos programadores. ¿Estonia? ¿Qué pinta Estonia aquí? Pues, tu Skype, este programa que usas para comunicarte mediante videoconferencia con tus amigos y conocidos fue desarrollado por programadores de Estonia y dirigido por los estonios, hasta hace poco en que fue comprado por Microsoft por 8,5 mil millones de $ en efectivo. Y esto sí que es hacer país.
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