La curiosidad y las ansias acostumbran a estar presentes en muchos chicos y chicas al cruzar la primera década de su vida —y en muchos casos antes. Eso lo reviví hace escasos meses cuando un chico de once años recién cumplidos, sentado delante del ordenador, me contestaba que estaba buscando información sobre cómo hacer páginas Web.
Otros cerebritos encontré, hace unos días, en una fiesta de final de curso de un taller-laboratorio orientado a prácticas de física y química, para críos menores de 16 años. Una chica (de 12 años) y un chico (de 13) explicaban ante la audiencia que estaba delante de su pequeña mesa, qué era y cómo funcionaba la encriptación de mensajes. De nuevo me sorprendí gratamente (y me atreví a sondear su edad —deseaba impactarme aún más).
Un excelente taller de prácticas físico-químicas donde, un par de veces a la semana, chicos y chicas oteaban sobre la ciencia, de una manera tan excelente, y tan alejada de la fría ciencia teórica de la clase magistral, era algo ejemplar y a imitar. Pero, una parte de mi cerebro se inclinó por el deseo de ampliar el espectro. ¿Por qué no? Porqué no insinuar que sería un buen complemento añadir al taller un inicio a la programación —una de las vías profesionales que inexorablemente tendrá futuro y que la economía de cualquier país recibirá positivamente. ¿Por qué no indicar a los jóvenes profesores del taller algunas referencias sobre la programación orientada a críos?
Mi inmersión en este tema me corroboró lo que, en cierto modo, inicialmente sólo intuía. Existen muchas alternativas para ayudar a los más jóvenes a entrar en el mundo de la programación. Desde los lenguajes más sintácticos, a los sistemas que utilizan unas interfaces amigables. Por otro lado, casi descubrí mediterráneos…
El primer programa con el que me tropecé fue con el Python del cual hay un manual especial para críos: swfk-es.
Y la impresión que me llevé fue más que positiva. Véase la imagen anterior y léase lo subrayado. El libro-tutorial de casi 180 páginas en PDF, traducido por JM González, se puede encontrar en esta área de googlecode.
Ojeando el libro, sin embargo, me asaltaron ciertas dudas.
¿Podría un chiquillo de 11 años (o algunos con menos u otros con más) transitar por estos pagos en solitario? ¿Sería bueno hacer el camino con otros críos? Siempre es bueno ante caminos desérticos y áridos hacer tránsitos convenientemente acompañado.
Me quedaba aún tiempo para decidirme y aconsejar. Así que continué con la búsqueda y me tropecé con Scratch.
De inmediato accedí y empecé a jugar…
Ya no había ninguna duda. Estaba en un mundo digital maravilloso que podía encandilar a cualquier crío. (Como siempre, ¡el MIT nos daba de nuevo agradables lecciones!).
En mi camino de búsquedas, me crucé con otros programas. Por ejemplo KidsRuby, que se presenta como la plataforma donde los niños aprenden a programar.
También con Simple.
Un poco más avanzado me pareció Alice.
Asimismo encontré interesante trabajar con una tortuga en TurtleAcademy.
Pero mis pretensiones no se vieron colmadas, por ahora, hasta arribar a Play-i, que aunque aún no está en funcionamiento, preconiza unas expectativas más que interesantes (y habrá que estar al tanto…).
De hecho, la propuesta no puede ser más espectacular...
Que se preparen los críos entre cinco y ocho años (y siguientes) porque
podrán aprender a programar robots usando su dispositivo móvil...
Con este bagaje ya me podía atrever a mandar la información recopilada
a los jóvenes profesores del taller. Ahora sólo dependerá de ellos llevarlo a la
práctica. ¡Todo un reto, pero con un espléndido futuro!
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