Invención, investigación, innovación, utilidad, necesidad, economía y deseo. Estos son los conceptos fundamentales de nuestra época, económicamente hablando, que son claves en el curso digital. Y a esta competición que realmente es reñida se van apuntando, en una dura carrera, muchos concursantes. Numerosos son los gadgets o las ofertas que, desde el mundo versión siglo XX, se trasladan al aparador digital para alcanzar el cielo económico.
Pero de esta dura competición quedaran en la cuneta los que no atiendan las 7 estrellas que encabezan este post.
El cuchillo de láser puede servirnos de metáfora.
Supongamos que los inventores crean los primeros cuchillos domésticos de láser. Son suaves, no pesan. Vienen a reemplazar los viejos cuchillos de metal. Son sofisticados y estéticos. Su luz varía cuando cortamos con él el pescado —una espléndida lubina—, o cuando cortamos una rebanada de pan con nueces, un denso filete de carne de buey o un oloroso trozo de parmesano. Además, no se ensucia y por lo tanto no necesita pasar por el lavavajillas. Más bien está contraindicado. Sin embargo, ¿por qué no se venderá? Porque no viene realmente a ofrecer un cambio en el mundo de su potencial comprador. El cuchillo de metal ya le resulta suficiente y no necesita tirarlo, ocasionando una perdida, para reemplazarlo por otro instrumento más caro que le sirve, ¡o dioses!, para los mismos menesteres.
Si no existe un nuevo valor en el objeto que intenta irrumpir en la palestra económico-digital, valor que atraiga profundamente al potencial comprador, éste, nuestro comprador, no se hará carne y no se acercará al mercado digital para ser un usuario más del nuevo producto gadget. Este, al cabo de muy poco tiempo, irá al museo de cachivaches que no nacieron (o lo hicieron antes de su tiempo); irá al cementerio tecnológico digital.
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