Un mundo donde la información es poder
Se ha escrito que cada época tiene su eje de desarrollo y al mismo tiempo en la propia época nace lo que hará estallar el globo económico en que se había recluido, volviendo a reiniciarse el crecimiento ahora desde otra vertiente. A inicios del siglo XX —para no retrotraernos al siglo XIX con la aparición de las locomotoras y el hundimiento de toda la artesanía y servicios que giraban alrededor de caballos, carruajes, caminos y carreteras de barro— la aparición de los automóviles supuso la irrupción de nuevas empresas. Poco después de la posguerra europea, la economía de consumo acarreó un nuevo empuje económico. La borrachera económica y una visión infantil de las finanzas —alargar más el brazo que la manga, que decimos en catalán—, fue lo que ha ido firmando las actas de defunción de una época. A finales del siglo pasado, con la aparición de los ordenadores personales y las tecnologías asociadas a Internet se dio nueva savia económica. Ahora la herramienta asesina del presente tiene también carácter tecnológico. Y esta herramienta —la de los big data— es la que provocará otro cambio, dejando atrás la visión ingenua que tenemos del presente.
Las 'grandes datos' y la capacitación científica de datos que pueden llegar a tener las empresas, será lo que procurará un gran cambio y en especial en los primeros países que se sitúen en este nuevo umbral que se vislumbra en un horizonte no muy lejano.
Las grandes empresas, casi de manera sigilosa, están trabajando para acercarse a los mejores científicos de datos —los intelectuales en este campo son los data scientist— ya que saben que en un inmediato futuro la ciencia de datos será capital.
Los datos son riqueza para quien que sepa extraer el mineral de este magma. Los data scientist son los ingenieros que pueden sumergirse dentro de este pozo de riqueza para poder ir extrayendo los filones que se vayan necesitando según requiera el mercado de los data. Porque los datos aportarán mucha información —riqueza— para diversos tipos de empresa —por no decir cualquier empresa que exista en la próxima década.
Este volumen de datos se obtiene indirectamente en el curso normal de interrelación de cualquier visitante o consumidor que acceda a cualquier ámbito digital (y a cualquier ámbito del mundo físico —en un mundo que estará plenamente detectado con chips RFID y dispositivos sensores procedentes de lo que se etiqueta como Internet of things). Esto los proveedores y distribuidores de productos lo tienen muy a mano —desde el supermercado semanal que frecuentamos y que, si es sagaz, sabe lo que vamos comprando según la época del año y puede prever qué compraremos la próxima semana, hasta los webs de e-commerce, que saben con todo detalle de qué web provenimos, cuántos minutos hemos estado en una página determinada de su web, qué productos hemos examinado, y cuantas veces al mes la hemos visitado. Toda esta información se obtiene a la hora de vender o presentar sus productos online. Los futuros coches smart, sabrán cómo conducimos, los kilómetros y velocidades alcanzadas, así como las rutinas de nuestra conducción. Las compañías de seguros de vehículos ya están preparando un abanico de propuestas adecuándolas a cada tipo de conductor. Eso es el big data y esa una de sus múltiples aplicaciones.
Las empresas de estudios indican que para el año 2015 habrá una demanda mundial de puestos de trabajo relacionados con los grandes datos que llegará a superar la cifra de 4 millones de personas. Y se teme que haya escasez, entre 140.000 y 190.000, de científicos de datos (data scientist), además de gerentes que sepan llevar adelante este tipo de empresas que apenas están surgiendo. No será extraño pues que la Universidad de Berkeley haya puesto en marcha un programa de maestría online dedicado a la ciencia de datos y que ofrece a los ejecutivos de las empresas para que puedan seguirlo desde su lugar de trabajo. IBM por su parte, se ha asociado con un millar de universidades de todo el mundo para ayudar a superar el déficit actual en habilidades sobre ciencia de datos.
¿Pero datos? ¿Qué datos? Las empresas —pequeñas o grandes— están acostumbradas a utilizar la información que tienen, relativa a las ventas o servicios, de un período determinado: un trimestre, por ejemplo. Y a partir de ello pueden generar proyecciones de mercado. ¿Qué habrá que hacer? ¿Qué debemos mejorar? ¿Hacia dónde tenemos que orientarnos? ¿Qué productos habrá ofrecer? Son algunos de los interrogantes que se plantean casi constantemente. Ahora, sin embargo, se habla de que hay que centrarse en los datos como un recurso en sí mismo. Y luego, según necesidades empresariales, ofrecer aquella línea de información que una compañía precise. Y esto es muy nuevo.
No es ningún descubrimiento decir que en la economía digital la información es poder. Y los datos tienen su parte en ello. Y esta información que queda almacenada en las dispares navegaciones por el mundo digital, por las calles de las webs, en los likes de las redes sociales, en los tweets… Toda huella que dejamos mientras circulamos por el mundo virtual, ya lo hagamos con el smartphone, el ordenador o la smart TV. (Y pronto con la nevera inteligente dotada de sensores que se comunicarán con el supermercado indicando qué cosas se irán pronto a recoger...). Datos, datos y datos. Es decir, indicadores de tendencias, gustos, aspiraciones; casi la respiración de los visitantes y consumidores que están online.
A partir de millones de datos —recurso que es peligroso ignorar— se puede empezar a buscar patrones, algunos de los cuales pueden llegar a ser tan valiosos que pueden servir para impulsar hacia adelante el propio negocio.
Por otra parte, existen las bases de datos públicas a las que se puede acceder de forma gratuita, como Data.gov. Así es fácil para una industria puntera acceder a estos datos, trabajarlos y buscar correlaciones con las tendencias económicas más amplias. Y a partir de ello hacer predicciones más precisas que pueden servir para tomar decisiones menos arriesgadas.
El reto está, principalmente, en los gerentes de las grandes empresas —aunque no impide que las medianas o pequeñas también tengan las mismas posibilidades de entrar en esta nueva competición. Estos deberán de adaptarse a una nueva forma de pensar, olvidándose de la rutina y las convenciones. Hasta ahora el enfoque tradicional era seguir paso a paso, y hacer una planificación a medio plazo. Ahora habrá que ser mucho más ágil, ya que se tendrán datos en tiempo real y habrá que buscar patrones rápidamente para prever y actuar sensatamente. Los datos están ahí, lo que hay que hacer es trabajar cuidadosamente.
A este respecto, se empieza a ver una brecha cada vez mayor entre las empresas que pueden moverse en el mundo de los big data y las que no. Si uno quiere competir en el futuro —un futuro muy cercano— es hora de lanzarse al mundo de los datos y comenzar ya mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario