viernes, 28 de enero de 2011

Redes & Business & Ciudadanía

Internet —la Internet más actual y más hirviente— es la que está situada en las redes sociales. Y de éstas, sobresalen dos: Facebook y Twitter. La primera, de gran vigencia y notoriedad, está cercana a una red cerrada. Muy orientada hacia dentro; focalizada hacia sus usuarios y contactos. Si no estás inscrito y por lo tanto no estás en el territorio concreto, te será difícil acceder a las informaciones colgadas en el muro. Twitter, en cambio, se puede calificar de red abierta. Puedes acceder a la información que allá se está colgando desde muchos sitios y sin tener que haber creado una cuenta. Así desde los navegadores, un poco preparado, puedes saber lo que se está cociendo, en este instante, en tal o cual punto del mundo. O lo último que se dice sobre tal gadget, innovación o asunto polémico. No hay, pues, que tener un espacio propio para poder ir siguiendo lo que dice una persona, empresa, entidad o grupo. Y dada la fluidez de este ingenio, los temas relevantes los tienes muy a mano.
Dejaremos de lado, pues, Facebook. Buen lugar de encuentro tipo "finde", con amigos y amigos de los amigos; participando en juegos y, a veces, atendiendo lo que nos dicen desde tal empresa o cual entidad. Pero, Facebook no es más que la mesa del bar de los viernes por la noche, ampliada enormemente. Cuchicheos necesarios, presentaciones y vida social (privada y semiprivada), en suma. Y las empresas deseando distraer de eso y atraerse a los facebookeros.

Twitter, si embargo, muy lejos de la otra red, está posicionándose como un lugar extremadamente interesante. Informaciones, datos, intercambios de opiniones y avisos se conjugan con propuestas de negocios, anuncios de "jobs", indicaciones valoradas y, además, el presente más inmediato (ya sea personal, que no pasa de ser reminiscencia de facebookismo y messengerismo, o de calibre político).

Twitter en estos momentos está conjugando, si se nos permite resumir, tres grandes tendencias presenciales: la profesional —que podemos abreviar con los SEO y community manager y, entre otros, los marketingteros, que son por lo general de una conducta altruista a subrayar—; la empresarial —que, dejando de lado algunos engañabobos que pretender hacernos millonarios en cuestión de semanas, además de presentar sus servicios acostumbran a aportar también orientaciones de gran valor—, y la ciudadana.

Esta ciudadanía merecería un estudio muy profundo. Si se nos permite, podríamos etiquetarla con que tiene un nivel más que medio de dominio de la red y, sobre todo, mucha de ella tiene unos conocimientos que rayan el universitario, con título o sin él. Y, además, y no es un componente desechable, tiene una sensibilidad sociopolítica relevante. Sabe que la red, esta red que es
Twitter, es un valor, un canal de intercambio, no tanto de afectos (aunque no tienen porqué excluirse) como de compañerismo real y de ayuda al instante, si cabe; sin que sea obligado conocer vidas personales, o establecer lazos de amistad vía amigo de amigos. Aquí los enlaces que se establecen son a través de un valor por el conocimiento (basado, en general, en intercambio de información). Twitter, además, es una ventana a un colectivo inmenso que tiene, sin duda, un potencial a descubrir... Y este potencial está relacionado con el valor que para una ciudadanía mundial esta herramienta puede representar. Los hechos narrados recientemente sobre Túnez y Egipto nos permiten soslayar una ampliación de lo que queremos remarcar. 
Twitter, sin embargo, al igual que otras redes sociales, es frágil. Lo hemos visto más de una vez... Ello requiere que esta ciudadanía que está iniciando su camino por esta red adquiera unos conocimientos TIC para superar los obstáculos políticos que, desde coordenadas autoritarias, puedan impedir continuar gozando del abrazo intelectual y sociopolítico que en momentos extremos, necesita de los colegas twitteros. Así, una tarea pendiente está darles los conocimientos para poder navegar, estando bloqueadas las redes sociales, desde coordenadas no fácilmente detectables por la extrema autoridad. Esta es, pues, una tarea pendiente y necesaria. Lograr este objetivo será dar herramientas que le permitan arrostrar la servidumbre.

Por otro lado, si no erramos en calificar a los ciudadanos twitteros como preparados para ejercer en ciudadanía, deberían las empresas que han empezado a desembarcar en Twitter no adoptar una actitud neutra en los momentos cruciales de una crisis. Las empresas en Twitter también han de dar muestras de ciudadanía y lecciones en este sentido, sin tener que por ello rasgar sus vestiduras ni dejar de continuar aportando ideas relativas a sus tareas y servicios. Pero en los momentos críticos, tal vez se vería con mejores ojos un "yo también con Túnez y con Egipto", por ejemplo (para continuar con los ejemplos de esta nota), que un silencio de equívoca complicidad.

Las redes sociales han de ser también una escuela de ciudadanía, y adoptar la misma actuación que en la calle real se daría ante una actitud incívica o ante un accidente de tráfico. De la misma manera que en la vida real el silencio y la indiferencia ante una injusticia puede ser equiparados a complicidad, en el mundo virtual donde las fronteras se han desvanecido, es difícilmente aceptable que se fabrique una con la excusa de una distancia geográfica, cuando, realmente, la geografía, gracias a las TIC, ha desaparecido para siempre.
Las campanas y el clamor de dolor, a las que se refería el clásico, aunque suenen en Túnez o en Egipto, suenan y claman por ti. Internet no nos permite estar distanciados.  

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