Trillada es la frase del poeta Paul Éluard, "Hay otros mundos pero están en este", pero no ha perdido ni un ápice de verdad. Hay gente que transita por calles y plazas, del centro y barrios de la ciudad. Hay, por otro lado, gente que sólo transita por las páginas de los periódicos y de las noticias televisivas, y su mundo está filtrado por la pátina que desde estos media, y el poder que los sostiene, se le da. Por último, en aras de ser breve, hay los que están transitando a través de esta ventana universal -¿el aleph de Borges quizás?- que es Internet. Desde esta ventana se puede llegar a observar cómo respira el mundo. Ahora bien, hay que recalcar que según la calle que se transite, se será ciudadano de una u otra época, aunque todos estén mirando la misma fecha en el mismo calendario prendido en la pared.
Así se puede entender que no todo el mundo vive en la segunda década del siglo XXI. Hay gente, en plena Europa, por hablar de gente cercana, que vive anclada en la década de 1990, continuando con el ritmo, vida personal y profesional, propio de esa época —época, recordémoslo anterior a Internet. Alguna de esta gente son empresarios. Les puede ir bien, por ahora. ¿Les irá bien también dentro de una década? ¿Y dentro de cinco años? Difícil es predecir. Pero el riesgo de no estar en tu época real es parecido al riesgo de no saber que vas en avión y abrir una puerta hacia el exterior. Rizando el rizo... Conocemos a gente que ha cogido su familia y se ha marchado al campo, a una casa de payés lejos del mundanal ruido, a lo fray Luis de León. ¿Qué ocurrirá con sus hijos dentro de unos años, acostumbrados solo al consenso de las gallinas que les rodean?Conocemos a gente, mucha, ay!, que están, por otro lado, por el regreso. Son los regresistas. Querrían regresar, y hacer regresar a muchos con ellos, a siglos pasados. Son románticos orientados a un viaje a ninguna parte, fruto de una imaginación edulcorada por el deseo huidizo del presente. Añorar el pasado, implorar por él, es alejarte del presente y del esfuerzo que corresponde encararte a un futuro difícil y duro que se presenta en este mercado global que es la danza actual, en esta primera mitad de la segunda década del XXI. ¡Qué lejos queda ya el año 2000! Do you remember?
Recapitulemos. Hemos hablado del empresario que aún no se ha dado cuenta de la existencia del comercio online: del e-Commerce ni mucho menos del Smart Commerce. Es verdad; aún existen estos especímenes. Aún no se han dado cuenta que el mercado es mundial y que la plaza que es Internet tiene un mercado en lengua española de más de un centenar de millones de potenciales compradores, si nos circunscribimos a esta lengua de acceso inmediato. Hemos hablado de la familia que huye de la civilización y marcha hacia a una vida campestre, saludable, tranquila, paradisíaca acaso. Y hemos hablado de los regresistas, de los ciegos al presente y al inmediato futuro que viven mirando un espejismo del pasado. Y ahí, distintamente a los anteriores, hablamos de multitudes. De ofuscados por telarañas que les impiden ver la realidad y solo viven bañados por las tararas de los medios de comunicación afines que viven a sus expensas.
A los regresistas no se les puede hablar de la Internet de las cosas (Internet of Things), no se les puede preguntar por los dispositivos smart (smart devices), no se les puede interrogar sobre el 3D printing ni por las smart cities porque no saben nada o, si lo saben, saben que todas esas maravillas tech que están en el candelero de lo que será la inmediata Internet 3.0, no tendrá ninguna pata en su territorio, no tendrá ningún gancho en su geografía, no tendrá ningún sostén en su gente escasamente esforzada y tecnificada, porque, como han vivido durante décadas soñando pasados imposibles, no han tenido tiempo, ni ganas, ni inteligencia para situarse en la línea de salida hacia un destino tech que será duro, pero a la vez creativo y estimulante. Ahí, lamentablemente no se espera a los regresistas. Estos están por el regreso hacia un pasado que sólo existió en sus mentes. Esperemos que Barcelona, en Cataluña, en plena península ibérica, deje de ser la capital de esta epidemia. Como curación tal vez se podría gestionar una especie de regresismo virtual, cual Second Life, para contentar a nostálgicos incurables, y que los más se pusieran las pilas para situarse en la inmediata línea de salida de una carrera que imperativamente los que no la hagan no sólo harán un regreso a siglos anteriores, sino que desaparecerán como lo hicieron los olmecas, los nabateos, el imperio Aksum o los tan añorados minoicos.
En cambio, si uno se asoma a la ventana que es Internet, la Internet de la innovation, de la inteligencia, de la investigación, de los avances tecnológicos, se da cuenta que, lejos de aquí en donde la gente sólo se ha atrevido a subir a un primer piso para mirar en la lontananza del futuro (y su mirada no va más allá de la cercana comarca de arcaicos viñedos), en otros lugares del globo, mucha gente está subiendo a las azoteas para poder ver más y más lejos y así otear el futuro que inexorablemente llamará a la puerta...
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