Dios lo ve todo fue una de las frases más repetidas en muchas infancias. Ahora, sin embargo, de mayores, creíamos que esta habilidad del Sumo Poder había desaparecido, incluso en sus manifestaciones bajo el prisma de las dictaduras políticas. En ellas, aunque no era fácil, uno podía escurrirse de ser observado. Pero ahora con las tecnologías digitales y algunos proyectos megalómanos, está reapareciendo no siempre con la bondad paterna celestial que se atribuía a la divinidad clásica. Apple y Google, dos de los más importantes gigantes digitales, están entronizándose en este empeño observador y con su pugna implacable están dándose palos en nuestras cabezas, esto es, mediante nuestros móviles y, casi lo último, a través de nuestras propias ventanas.
Ser detectado en la red, sin embargo, no es una cosa nueva. Hace unos pocos años, asistí a una charla de los Mossos d'Esquadra, la policía de Catalunya, donde se informaba de las técnicas digitales que tenían para detectar conductas paidófilas a través de la red. Todo lo que se baja, desde un simple MP3 a una simple imagen PNG, se sabe de donde sale y adónde llega. En qué servidor está y a qué IP llegará en unos instantes. En la mencionada charla, se indicaba que su centro de atención estaba en lo paidófilo, dejando lo demás de lado (quizás por la inmensidad del océano intercambiable). En todo caso, nuestro PC, a través de la IP (equivalente al número de teléfono) o de la dirección MAC (el número identificable correspondiente a la tarjeta de red, mediante la cual accedemos a Internet), está constantemente situado y en la expectativa de ser visto (sólo hace falta que alguien lo mire). Pero, cuando el PC está cerrado, nuestra privacidad regresa al nivel de mediados del siglo XX, cuando sólo el vecino, el panadero o los transeúntes habituales tenían una lejana información de por donde íbamos y con quién.
Ahora, con el móvil en el bolsillo, ha regresado la divinidad observadora. Ahora se puede saber donde estamos en cualquier momento. Tanto Apple, con sus dispositivos, como Google con su Android, estan al tanto de nuestra localización. De dónde estamos. (Dejemos a un lado especular sobre lo que podrán llegar a saber de nosotros, más adelante, sólo por el simple hecho de llevar el móvil en el zurrón). Sin embargo, la localización geográfica ya hace un tiempo que ha empezado a introducirse en nuestro PC, sin nuestro permiso, ampliando lo que las famosas cookies van anotando de uestros paseos por el ciberespacio.
El proceso que siguen estos dispositivos móviles es el siguiente: iPhones e iPads (y Android, en casa Google) hacen un seguimiento secreto de sus dueños determinando su ubicación mediante la triangulación respecto a la más cercana torre de telefonía celular. Estos datos resultantes son guardados en un archivo que es transferido al ordenador cada vez que los dispositivos se sincronizan con él. Por ahora parece que los datos no son enviados a la sede de las divinidades digitales, pero sí que es una información que, vista la brillantez de los hackers con los botnets, generará un nuevo negocio con el acceso y posterior venta de este tipo de informes. (Una fase más creativa que el simple recolectar y vender direciones de e-mail).
Cuando en el primer párrafo hemos hablado de 'a través de nuestras propias ventanas' no lo hacíamos en plan metáfora, sino stricto sensu. Véase para confirmarlo estas imágenes de Shanghai tomadas en un día cálido sin que sus habitantes fuesen conscientes de que Dios (casi) lo ve todo.
No nos ha de estrañar eso que acabamos de pincelar, estamos en la sociedad de la información. Más pronto o más tarde, los dioses digitales lo verán todo y lo sabrán todo de nosotros.
¡Que el dios clásico nos acoja! Pero mientras tanto, puede ser aleccionador dar un vistazo a lo que en el presente, y por la ventana, los dioses digitales ya pueden ver.
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